jueves, 12 de agosto de 2010

Las intermitencias de lo inestable

JUAN IGNACIO CRESPO 12/08/2010

Un nuevo brote de aversión al riesgo se apoderó ayer de los mercados. La inquietud se había dejado sentir ya hace unos días con la subida de los precios de las materias primas agrícolas y la decisión del Gobierno ruso de suspender las exportaciones de trigo; y es que cualquier "choque" de oferta de una materia prima, como el del trigo en este caso, trae a la memoria situaciones difíciles para la economía y para las Bolsas.

De repente, todo parecía volver a la situación de hace un par de meses: el dólar recuperando fortaleza frente al conjunto de las principales monedas y en particular frente al euro (contra el que pasaba a cotizar de muy pocas jornadas de 1,33 a 1,29 dólares por euro) y, junto con la deuda pública norteamericana y alemana, era de nuevo el refugio frente a la incertidumbre acentuada por las últimas informaciones procedentes de China o de la Reserva Federal (Fed) de EE UU (ambas acentuando el pesimismo sobre sus respectivas economías). Y es que si los últimos datos de situación de la economía china apuntan a una desaceleración del crecimiento (importaciones a la baja o menor producción manufacturera) las opiniones emitidas anteayer por la Fed eran decepcionantes en dos sentidos diferentes. Por una parte, mostraban un pesimismo renovado sobre el inmediato futuro de la economía norteamericana y, por otra, contrariaban la expectativa de que la Fed ampliase el alcance de su política monetaria cuantitativa y procediese a comprar más deuda pública, poniendo de esa forma más dinero en circulación (aunque en cierto sentido eso es lo que decidió hacer el banco central de Estados Unidos, solo que con el dinero procedente del vencimiento de los títulos hipotecarios que compró en los últimos dos años y que ya están en el activo de su balance, con lo que el efecto será neutral).

Sin embargo, la reacción negativa de los mercados, que se ha hecho extensiva también al precio de las materias primas (petróleo y cobre han caído fuertemente en precio) parece un poco sobreactuada y fruto, en parte, de la facilidad con la que se pueden mover los precios en los periodos vacacionales como el actual (cuando el volumen negociado suele reducirse drásticamente) aunque también atribuible a la falta de perspectiva que suele tenerse sobre lo que significa un proceso de recuperación tras una recesión del calibre de la que acaba de atravesar la economía norteamericana y mundial. Y en esto, tampoco parece que las autoridades de la Fed hayan estado especialmente finas con sus comentarios esta vez.

Los procesos de recuperación económica (igual que los de entrada en recesión) son esencialmente irregulares, con avances y retrocesos permanentes, en forma tal que suelen poner en duda las convicciones más firmes y los análisis mejor asentados. O, por decirlo de manera concreta: la economía de EE UU está pasando por una fase de modulación a la baja del crecimiento, que en su caso resulta bastante típica tras 12 meses de expansión. Por ejemplo, en las recuperaciones económicas que siguieron a las dos recesiones estadounidenses que precedieron a esta última (la de 1990-1991 y la de 2001) la situación fue incluso peor pues hubieron de pasar casi dos años para que en ambos casos se tuviera la seguridad de que había un proceso expansivo en marcha.

El ciclo expansivo actual tiene, en cambio, un gran parecido con el que se inició en 1975. Entonces, como ahora, tras 12 meses de crecimiento (que, todo hay que decirlo, fue bastante más vigoroso que el actual) la economía norteamericana dio claras muestras de agotamiento y apenas creció durante dos trimestres seguidos. Eso, naturalmente, alteró a analistas, gestores y Bolsas, sin que, sin embargo, se produjera el temido double dip o doble recesión de la primera economía mundial.

Es más, del actual proceso de salida de la recesión norteamericana ni siquiera puede decirse, como han dicho algunos, que sea una recuperación sin empleo (término acuñado para las dos anteriores recuperaciones de 1991 y 2002) ya que, por ahora, la tasa máxima de desempleo se alcanzó en el otoño pasado, apenas cuatro meses después de que la economía empezara a crecer, y no como en las dos ocasiones anteriores en que la tasa de desempleo máxima se dio cuando ya habían discurrido casi dos años de crecimiento acumulado.

Y es que la probabilidad de que la economía norteamericana entre en recesión antes de que transcurran uno o dos años es muy baja. De momento, no se da ninguna de las condiciones que han precedido desde 1950 a todas las recesiones en EE UU: ni la Reserva Federal ha iniciado la subida de los tipos de interés; ni la curva de tipos de interés está invertida (es decir, los tipos de largo plazo no son más bajos que los de corto plazo); ni el precio del petróleo ha subido sustancialmente (se ha mantenido durante más de un año oscilando en una banda de 20 dólares de amplitud); ni se ha producido una caída de los beneficios unitarios que, también, precede siempre a las recesiones. Por otra parte, las dobles recesiones son muy infrecuentes, apenas tres en 160 años.

En fases como la actual, de inseguridad sobre el crecimiento, las apuestas sobre qué harán los mercados están sujetas a la misma dinámica alternante de optimismo-pesimismo que las previsiones económicas. Por eso no es raro que desde que comenzara el año los índices de Bolsa se hayan movido entre convulsiones: hace dos meses el Ibex 35 estaba 2.000 puntos por debajo de donde estaba el viernes pasado, y ayer cerró casi 2.000 puntos por debajo de donde estaba a principios de año.

Lo más probable es que sigan así, oscilando, hasta que desaparezca la aprensión sobre una nueva recesión económica en EE UU. Cuando llegue, como parece probable, ese momento, se producirá seguramente una fuerte subida de los índices, fruto del sentimiento de alivio, antes de caer de nuevo al comprobarse que, si bien la situación no era tan mala como les parecía ayer mismo a los operadores de Bolsa, tampoco es tan buena como para concluir que los problemas están resueltos.

El dólar, que seguirá haciendo de refugio en situaciones como la vivida ayer, tendrá por lo tanto algún recorrido adicional contra el euro, aunque terminará por debilitarse frente a todas las divisas. Las materias primas, siguiendo el mismo son, emitirán señales alternativas y contradictorias, con la escasez de cereales contribuyendo a incrementar fuertemente la confusión.