miércoles, 28 de septiembre de 2011

No hay nada más peligroso que una mala teoría económica

Hacia un capitalismo zombi
Reproducimos a continuación la última parte de un ensayo largo escrito por el economista matemático marxista australiano Steve Keen y publicado en diciembre de 2009 en el Nº 41 de Debtwatch.
¿Por qué los bancos centrales ignoran sistemáticamente el dato de la proporción de la deuda en relación con el PIB?
La razón es muy simple: porque son economistas neoclásicos. No puedes llegar a ser banquero central sin algún diploma en economía, y la escuela de pensamiento dominante hoy en teoría económica es la neoclásica. Aunque buena parte de lo que ésta dice parece a primera vista inteligente, casi nada pasa de la charlatanería intelectual, según mostré en mi libro Debunking Economics, en donde resumí un siglo de profundas críticas a esa teoría, críticas que sus cultivadores han ignorado con premeditación.
Puesto que las críticas que de la teoría neoclásica han venido haciendo economistas y matemáticos podrían literalmente llenar bibliotecas enteras, no entraré aquí más que en la crítica de tres mitos neoclásicos que bastan para explicar por qué los economistas de obediencia neoclásica no pueden entender la dinámica de una sociedad como la nuestra, movida por el crédito. Los economistas neoclásicos creen que:
(1) La oferta de moneda nominal no afecta al producto económico real;
(2) El sector privado es racional, mientras que el sector público no lo es; y
(3) Se puede modelar la economía como si estuviera en equilibrio.


Lo que el primer mito trae consigo es que sus modelos matemáticos prescinden del dinero y de la deuda: el grueso de los modelos neoclásicos están construidos en términos ―reales‖, y omiten completamente el dinero y la deuda. Así pues, puesto que la deuda ni siquiera aparece en sus modelos, se les escapa completamente la influencia de la misma (a pesar de que sus unidades de medida estadísticas funcionan muy bien registrando el nivel real de deuda).
El segundo mito significa que ignoran los hechos que apuntan a que la economía se halla muy lejos del equilibrio y significa también que malentienden los efectos de variables cruciales en el marco de desequilibrio en el que realmente vivimos.
Puedo ofrecer dos ejemplos del modo en que esto ha influido en los intentos de hacer comprender a los banqueros centrales que la proporción de la deuda en relación con el PIB es una magnitud muy importante: la discusión que hizo Ben Bernanke de la ―Teoría de la deflación por deuda como causa de la Gran Depresión‖ de Irving Fisher, y una discusión que yo mismo tuve sobre el asunto con un alto funcionario de la banca central australiana.
¿Bernanke un experto en la Gran Depresión?
Ben Bernanke accedió a su actual cargo [de presidente de la Reserva Federal de EEUU] en buena medida gracias a su reputación como experto en la Gran Depresión. En sus Ensayos sobre la Gran Depresión explicó por qué la mayoría de economistas no tomaban en consideración la teoría de Irving Fisher sobre las causas de la Gran Depresión, una teoría que destacaba la importancia de la deflación por endeudamiento:
―La idea de la deflación por endeudamiento se remonta a Irving Fisher (1933). Fisher contempló un proceso dinámico en el que unos activos a la baja y unos precios de materias primas igualmente en caída ejercían presión sobre los deudores nominales, forzándoles a la venta angustiosa de activos, la cual, a su vez, contribuía a la ulterior caída de los precios y a ulteriores dificultades financieras. Su diagnóstico le llevó a urgir al presidente Roosevelt a subordinar los problemas de la tasa de cambio a la necesidad de reflación, consejo que Roosevelt terminó por seguir. La idea de Fisher, empero, fue menos influyente en los círculos académicos, debido al contraargumento de que la deflación por deuda no significaba sino redistribución de recursos de un grupo (los deudores) hacia otro (los acreedores). En ausencia de grandes –e implausibles— diferencias en la propensión al gasto marginal entre los grupos, se le objetaba, las redistribuciones puras no podían tener efectos macroeconómicos significativos.‖ (Bernanke, 1995, p. 17.) [1]
Aunque Bernanke se percata de que Fisher ―contempló un proceso dinámico‖, su explicación de por qué los economistas neoclásicos ignoraron la teoría de Fisher se expresa en términos intrínsecamente neoclásicos: ve la deflación por deuda como una mera redistribución del ingreso de un grupo social (deudores) a otro (acreedores). ¿Cómo es posible que la demanda agregada caiga tanto, si todo lo que ocurre es una transferencia de ingresos y riqueza de un grupo de consumidores a otro?
Pero cuando uno piensa en términos genuinamente dinámicos, el ingreso no es todo en materia de demanda agregada. En un contexto dinámico, la demanda agregada no es simplemente igual al ingreso, sino al ingreso más el cambio en la deuda.
En el curso de una burbuja financiera hinchada por la deuda –obvia precursora de una deflación por deuda—, los crecientes niveles de deuda impulsan la demanda agregada harto por encima de lo que ocurriría en condiciones normales, generando un auge tanto en la economía real como en los mercados de activos. Pero ese proceso viene a sumarse a la carga deudora soportada por la economía, especialmente cuando se usa la deuda para financiar la especulación con los precios de los activos más que para expandir la producción (pues eso incrementa la carga de la deuda, sin añadir capacidad productiva).


Cuando los niveles de deuda suben demasiado, el proceso que Fisher describió entra en acción, y los actores económicos pasan de aumentar voluntariamente sus niveles de deuda a buscar activamente reducirla. El cambio en la deuda se hace entonces negativo, lo que resta demanda agregada y el auge económico trueca en quiebra.
La deuda tiene poco impacto en la demanda cuando la razón entre la deuda y el PIB es baja: como en Australia en los 60, o como en los EEUU desde el comienzo de la II Guerra Mundial hasta los años 60. Pero en cuanto la proporción de la deuda en relación con el PIB llega a ser significativa, los cambios en la deuda pasan a dominar el rendimiento de la economía, como puede verse en los dos cuadros que siguen:
Cuadro 1: Demanda inducida por la deuda y desempleo


Este es el efecto que pasaba por alto el marco neoclásico de Bernanke, que insistía en modelar el mundo como si siempre estuviera en equilibrio. El proceso de la demanda inducida por deuda resulta obvio cuando se piensa dinámicamente, pero si tratas de meterlo en la camisa de fuerza del equilibrio, como hacen los economistas neoclásicos, entonces no puedes entender nada de nada.
¿Un error de colegial?
En 2008, di una conferencia en un seminario que tuvo lugar en Adelaida, y al que asistía también Guy Debelle, un alto funcionario (para mercados financieros) del Banco Central australiano. Al terminar mi charla, comentó que no podía entender por qué buscaba yo relacionar comparativamente la deuda con el PIB, puesto que eso era tanto como comparar un stock con un flujo.
No me llamó entonces la atención esta observación crítica –para mí, las razones de la comparación resultaban obvias—, pero traté de responderle y me olvidé del asunto.
Un tiempo después, el antiguo colega y buen amigo de Debelle Rory Robertson, del Macquarie Bank, repitió las observaciones de Debelle en su circular sobre la tasa de interés, partes de la cual fueron luego reproducidas en varios blogs económicos, incluyendo el Business Spectator. Entre otras cosas, Rory decía que:
―El Dr. Steve Keen, entre otros, sigue cometiendo el error de colegial de comparar deuda e ingreso (un stock con un flujo, manzanas con naranjas) y pierde de vista lo principal.‖
La observación de que comparar deuda con PIB es cometer un error de confusión stock/flujo [2] puede parecer aguda a primera vista, pero lo cierto es que es un sinsentido. Lo que revela es que quien la hace no entiende de dinámica, cosa común a casi todos los economistas neoclásicos.
En términos dinámicos, la razón entre la deuda y el PIB te dice cuántos años tomaría reducir a cero la deuda, si todo el ingreso se dedicara a honrar la deuda. Es un indicador extremadamente valioso del grado de tensión financiera al que está sometida una sociedad (o un individuo).
En mi experiencia, el público general entiende perfectamente eso. Sólo los economistas parecen tener dificultades en comprenderlo: no porque resulta difícil, sino porque están profesionalmente entrenados para no prestar atención al análisis dinámico, y por lo mismo, y a diferencia de los ingenieros de sistemas, no se les ha enseñado que las comparaciones entre stocks y flujos pueden ser indicadores extremadamente importantes del estado de un sistema.
La ignorancia en marcha: hacia un capitalismo zombi
Con tamaña ignorancia de la dinámica de la deuda, los economistas académicos y los bancos centrales de todo el mundo esperan haber dejado atrás la crisis, aun cuando la causa de la misma –los excesivos niveles de la deuda privada— no ha sido atacada. Recomiendan el retroceso de los paquetes de estímulo público en la creencia de que la economía puede regresar a la normalidad tras las perturbaciones de la Gran Crisis Financiera.
Lo cierto es que lo ―normal‖ en el último medio siglo ha sido un crecimiento insostenible de la deuda privada que, finalmente, ha terminado en una cumbre de la que ahora se está despeñando. Y a medida que vaya cayendo –porque los banqueros no quieren prestar, porque las empresas y los hogares no quieren tomar prestado, por la intención generalizada de reducir deudas, por quiebras y por bancarrotas—, la demanda agregada se reducirá hasta niveles muy por debajo de la oferta agregada. Por consecuencia, la economía trastabillará erráticamente, y sólo los estímulos públicos podrán reanimarla.

domingo, 12 de junio de 2011

Juan de Mercado

Sobre la crisis, los bancos, el gobierno y todo eso…, por Juan de Mercado
by Samuel Bentolila on 11/06/2011


[Esta es la primera entrada de nuestro nuevo colaborador, presentado ayer a nuestros lectores, Juan de Mercado.]
“¡Nihilismo, cinismo, sarcasmo, orgasmo!”, le atribuye con un tono de reproche una de sus tres ex mujeres a Harry Block, el escritor interpretado por Woody Allen en Deconstructing Harry. “Con ese eslogan”, replica ingeniosamente el aludido, “yo podría ganar las elecciones en Francia”.
Aunque puede que para ganar elecciones se necesite algo más, incluso en Francia, en bastantes ocasiones los tres primeros principios de Harry Block sí ayudan a entender y a explicar mejor las cosas (el cuarto también ayuda, pero es más oportuno dejarlo a la iniciativa personal de cada uno). Lo que sigue es una breve deconstrucción, algo nihilista, cínica, y sarcástica, de algunas interpretaciones de las causas y las consecuencias de la crisis y de las actuaciones de política económica que los gobiernos y bancos centrales han llevado a cabo, o no, en respuesta a la misma. O, en otras palabras y cometiendo un pecado venial de pretenciosidad, sería algo así como “la crisis contada al estilo de Woody Allen”.
El origen de la crisis
En el decenio anterior a la crisis la economía mundial experimentó, si bien con algunos sobresaltos, una etapa de elevado crecimiento, baja inflación, expansión del comercio internacional, y avances en países emergentes, que formó parte de un periodo tan excepcional que se conoce como The Great Moderation. No obstante, había algunas tendencias preocupantes: i) un elevado crecimiento de los precios de los activos inmobiliarios en muchos países, ii) los desequilibrios globales que se manifestaban en los elevados y crecientes déficit de la balanza por cuenta corriente (especialmente, pero no solo, en Estados Unidos), iii) una fuerte expansión del crédito y del apalancamiento financiero y iv) la proliferación de expectativas excesivamente optimistas, incluso en países, como España, con un raquítico crecimiento de la productividad.
A la expansión del crédito contribuyeron la laxitud de las entidades financieras a la hora de conceder préstamos, una regulación y supervisión financiera poco solvente basada en una evaluación de riesgos muy poco fiable y la relajación monetaria de los bancos centrales que mantuvieron unos tipos de interés excesivamente bajos durante mucho tiempo provocando un exceso de liquidez. En este contexto, familias y empresas se endeudaron por encima de sus posibilidades sobre la base de las expectativas excesivamente optimistas. Algunos gobiernos también se dejaron llevar por el optimismo, no quisieron reconocer el carácter excepcional e insostenible de aquella situación y se olvidaron de identificar y de resolver las debilidades estructurales, que, como en el caso de la economía española, eran bastante evidentes.
En otras palabras, aquello era como una fiesta desmadrada, que organizan unos, otros abren la puerta para que entre todo el mundo, otros traen más bebidas y drogas de nuevo diseño, los que pueden avisar a la policía no ponen demasiado entusiasmo y, además, la policía parece despistada y dedicada a otros menesteres. (En esas situaciones, aunque aparezca algún “cenizo” que advierta de que la resaca puede ser monumental, sus advertencias no suelen ser tenidas en cuenta).
Con esta interpretación, en el origen de la crisis hay muchas responsabilidades compartidas y es difícil señalar a un culpable o atribuir sus causas exclusivamente a “una conspiración del poder financiero internacional apoyada por gobiernos corruptos y justificada por economistas vendidos al capital”. Si hubo una expansión desmedida del crédito, tuvieron que concurrir tanto factores de demanda como de oferta. Al fin y al cabo, hacen falta dos para bailar el tango.
Las tres fases de la crisis
La crisis se está desarrollando en tres fases. La primera se extiende desde julio de 2007 a septiembre de 2008, cuando se produce el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y la quiebra de las hipotecas subprime, lo que acabó afectando a las entidades financieras más involucradas en el negocio de “originar para distribuir”, es decir, constituir hipotecas para venderlas. Los bancos españoles, menos expuestos a los activos “tóxicos” estadounidenses, no sufrieron entonces pérdidas considerables, pero vieron cerrada la principal fuente de financiación con la que sostenían la expansión del crédito en España, el trasvase de ahorro de otros países europeos hacia nuestro país.
La segunda fase comienza el 15 de septiembre de 2008. La quiebra de Lehman Brothers provocó un pánico financiero en los mercados mayoristas de financiación y le dio un carácter sistémico a la crisis, provocando una caída del comercio internacional y de la actividad industrial mundial sin precedentes, que hizo que incluso países en los que no se produjo la “fiesta crediticia” sufrieran una intensa recesión. En los países “festivos”, además, el aumento del coste de la financiación y la disminución del consumo y de la inversión provocada por la caída de la riqueza, tras la disminución de los precios de la vivienda y de los activos financieros, intensificó el desplome de la demanda interna. Es entonces cuando, para evitar el colapso de la economía mundial, gobiernos y bancos centrales recurrieron, respectivamente, a políticas fiscales expansivas y a la ampliación, cuantitativa y cualitativa, de medidas extraordinarias de provisión de liquidez que se habían introducido en la primera fase de la crisis.
Estas medidas fueron, en principio, eficaces y a mediados de 2009 comenzó una recuperación económica, al tiempo que la situación en los mercados financieros tendía hacia la normalización. Pero algunos gobiernos siguieron sin reconocer que, aunque la recesión se manifestó con un desplome de la demanda, la crisis tenía su origen en causas estructurales y que añadir deuda pública a la privada no era la solución definitiva. Pensar que más gasto público, más impuestos o más deuda son las bases de la salida a la crisis es un auténtico disparate (sobre todo si el aumento del gasto se destina a actuaciones tan “eficaces” como algunas de las comprendidas en el Plan E). Resulta tan disparatado como sería que un padre de familia que no puede hacer frente a sus facturas y que tampoco puede seguir endeudándose, recurriera a la comunidad de vecinos para que le subiera la cuota o se endeudara por él. Por otra parte, argumentar que la crisis se debía a una restricción del crédito y que solucionada ésta se producirá la recuperación económica es como decir que la culpa de las resacas post-borracheras la tiene el tabernero por haber cerrado la barra libre.
También fue un disparate que algunos gobiernos, como el irlandés, pensaran que podían hacer frente a todas las pérdidas de su sistema bancario y las garantizaran totalmente. Desde el inicio de la crisis en algunos países se han llevado a cabo programas de rescate de entidades financieras. En España, el apoyo a los bancos privados se ha limitado a los avales y a las compras de títulos del Fondo de Adquisición de Activos Financieros, sin ningún coste para el contribuyente. Por el contrario, son algunas de las cajas de ahorros, en cuyos consejos de administración se sientan políticos y representantes de las fuerzas sociales, las que tienen graves dificultades y han precisado de ayudas públicas de las diversas versiones del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB I, II, III…). Aún así, hay quién sigue acusando a los bancos privados españoles de beneficiarse con la crisis y proponiendo una banca pública para solucionar el problema de la restricción de crédito. O sea, apaguemos el fuego dándole otra caja de cerillas y más bidones de gasolina al pirómano.
La tercera fase de la crisis se inicia en abril de 2010. El detonante fue el reconocimiento de que la situación de las finanzas públicas en Grecia era mucho más precaria de lo que se tenía constancia oficialmente. Las mechas de transmisión fueron la elevada interconexión financiera entre los países de la zona del euro y los problemas de gobernanza de la Unión Monetaria Europea. Así, lo que en principio era una grave imprudencia fiscal de un país periférico, se acabó convirtiendo en una crisis de deuda soberana en la zona del euro. Junto con Grecia, Irlanda, que alcanzó un déficit público superior al 30% del PIB en 2010 como resultado de la decisión de su gobierno de garantizar todas las pérdidas bancarias, y Portugal, que no había disfrutado de crecimiento económico durante mucho tiempo y también había acumulado necesidades de financiación elevadas, tuvieron que recurrir a la ayuda financiera internacional.
A día de hoy, siguen sin resolverse los problemas de gobernanza de la UEM y existe un riesgo considerable de contagio a más países con elevadas necesidades de financiación. En esta situación es difícil que los gobiernos de los países más afectados puedan obtener recursos financieros para mantener políticas fiscales expansivas. Un chiste bien conocido sobre economistas cuenta que uno de ellos, perdido en el desierto con solo una lata de sardinas para alimentarse, pero sin nada para poder abrirla, resuelve “supongamos que tenemos un abrelatas”. Algunos proponen hacer frente a la crisis de deuda soberana con un “supongamos que nos van a seguir prestando”.
Las no-respuestas de política económica
La crisis está cerca ya de cumplir cuatro años. En lo fundamental, los problemas que la causaron siguen sin resolverse. Para hacer frente a los retos planteados, las instituciones internacionales económicas y financieras han comenzado una intensa labor interventora, creando nuevos comités, grupos de trabajo, organismos, etc. (Hasta la UEFA se ha apuntado al intervencionismo y últimamente participa activamente en la resolución de la supremacía entre clubs europeos de fútbol). Sin embargo, no se ha avanzado de forma decisiva en la eliminación de las deficiencias de regulación y supervisión financiera. Los nuevos organismos creados para ello (por ejemplo, el European Systemic Risk Board) no tienen un marco operativo preciso. Dedicados a un objetivo tan difuso como la regulación macroprudencial, no está claro si tienen muchos instrumentos pero no objetivos definidos, o si para los objetivos que pretenden alcanzar no disponen de los instrumentos adecuados. Por lo demás, los mayores requisitos de capital impuestos a las entidades financieras y las nuevas normas de Basilea III, diseñadas para eliminar riesgos futuros, aumentarán el coste de la financiación bancaria. Como dicen en México, “soplar y sorber, no puede junto ser”.
En cuanto a la resolución de la crisis de deuda soberana en la zona del euro, la estrategia que se está siguiendo recuerda a la de un entrenador de la selección nacional española durante su etapa lúgubre: el “patadón y balones arriba” de Javier Clemente. Se trata de ayudar a países intervenidos a devolver una deuda que con casi toda certeza no podrán devolver, con el objetivo de comprar algo de tiempo para que, mientras tanto, los demás países sospechosos ajusten sus cuentas públicas, recuperen algo de crecimiento y no resulten totalmente contagiados. El problema es que los actuales gobernantes de alguno de estos países, y los que parece probable que lo sean en el futuro, no demuestran haber entendido cuál es su papel para que esta película no tenga un final aterrador.
En nuestro país, incluso a estas alturas, no se ha reconocido completamente la necesidad de avanzar más rápidamente en la reestructuración del sistema financiero, de realizar un ajuste fiscal más profundo, con un nuevo diseño del marco operativo de la política fiscal que garantice la sostenibilidad a las cuentas públicas, y de introducir reformas estructurales que aumenten la productividad y, por tanto, contribuyan a la recuperación de la competitividad y del crecimiento económico.
La actuación gubernamental en relación con las reformas estructurales es especialmente frustrante. El gobierno solo cambió de opinión sobre su conveniencia ante la presión internacional y sin ningún convencimiento. Las reformas laborales, la de la contratación y la de la negociación colectiva, siendo especialmente importantes, han sido encomendadas, inicialmente, a un Ministro de Trabajo que fue nombrado para gestionar la inmigración, y, ahora, a otro que, teniendo una reconocida sensibilidad sindical, piensa que lo fundamental es que las reformas, antes que eficaces, deben ser “equilibradas”. (Finalmente, de tanto mantener el equilibrio, la caída puede ser mortal). El resultado ha sido una no-reforma de la contratación laboral, un nuevo intento fracasado de reforma de la negociación colectiva, y una reforma de las pensiones diseñada para tener plenos efectos en 2027 (dada la actual situación financiera de la Seguridad Social y el previsible escenario demográfico y socioeconómico que se nos viene encima, no parece probable que los términos de esta reforma gradual puedan aguantar hasta entonces). En definitiva, los responsables de las reformas han seguido la estrategia del bikini: se muestra algo que parece atractivo, pero se mantiene tapado lo fundamental.
Cuentan que a un tenor que no había estado especialmente brillante en una actuación operística, el público le pedía un bis tras otro. Alguien, extrañado, preguntó que, si estaba cantando bastante mal, por qué le pedían que continuara. Y le contestaron: “Pues precisamente por eso, que siga cantando hasta que aprenda”. En el debate sobre la crisis, algunos seguirán repitiendo que el origen de la crisis es exclusivamente financiero, que basta con resolver la restricción crediticia para salir de ella, que, mientras tanto, los gobiernos deben apostar a una recuperación basada en los impulsos fiscales, y que las reformas laborales solo son inventos que perjudican a la clase trabajadora. Hasta que aprendan.

http://www.fedeablogs.net/economia/?p=12318
Hasta que aprendan "Que es una crisis de etiología inmobiliaria ". Esto lo pongo yo aunque creo que lo podría haber escrito el Sr .Juan de Mercado

miércoles, 19 de enero de 2011

Los errores de los economistas

Los errores de los economistas
Carlos Berzosa
Sistema Digital
En un artículo reciente, Vicenç Navarro criticaba a los economistas que forman parte del grupo de los 100, entre otras cosas por no haber sido ninguno de ellos capaz de predecir la crisis. Con ser esto grave, y que ha afectado a la mayor parte de la profesión en todo el mundo, lo más preocupante es que casi ninguno de ellos tampoco ha explicado de una forma convincente las causas y la evolución de la crisis. Da la impresión de que no se han enterado y siguen sin enterarse de lo que realmente ha pasado y sigue pasando. Los remedios que dan, por tanto, para resolver los problemas son equivocados, al confundir los efectos con las causas, y tratar de poner la carreta antes que los bueyes. Sin un buen diagnóstico resulta prácticamente imposible acertar con los remedios.La escasa capacidad que la mayoría de los economistas académicos ha mostrado para predecir la crisis es el objeto principal del libro que acaba de publicar Roberto Petrini “Proceso a los economistas”. En él se recoge, al igual que en el muy recomendable libro de Juan Tugores "Crisis: lecciones aprendidas…o no", la anécdota que se ha hecho famosa acerca de la pregunta que hizo la Reina del Reino Unido en su visita en noviembre de 2008 a la London School of Economics, con motivo de la inauguración del nuevo auditorio. La Reina Isabel preguntó por qué ninguno de los grandes economistas allí reunidos había sido capaz de detectar a tiempo la gran crisis financiera que se venía encima. No obtuvo respuesta. Al parecer, sólo el español Garicano, director de uno de los departamentos, pudo apenas balbucear algún intento a modo de contestación.Posteriormente, hubo una carta de respuesta formal, en la que se culpaba a los “magos de las finanzas” y en la que se ofrecían tibias explicaciones y excusas referidas a “un fracaso de la imaginación colectiva de mucha gente brillante”. El hecho sucedido, así como la carta, fueron objeto de comentario en la prensa británica. La argumentación, desde luego, no podía ser más débil, lo que motivó que un conjunto de economistas, que cuentan con un alto reconocimiento académico, capitaneados por Geoffrey Hodgson, expusiera otras razones. La más importante, atribuía el despiste de la mayoría de los economistas respecto a la crisis a que la economía, como ciencia, se hubiera convertida en los últimos tiempos en una rama de las matemáticas, lo que la había alejado del estudio de los problemas reales. Hay, por tanto, economistas brillantes que, bien por el objeto de su estudio, muchas veces bastante irrelevante y sin aplicación al mundo real, o bien por la metodología que utilizan, excesivamente abstracta y formal, son incapaces de explicar lo que realmente sucede en el mundo. Todo lo que está pasando debe servir para cambiar las enseñanzas de la economía actual. No es que se descarte, por mi parte, la enseñanza de las matemáticas, sino al contrario. Considero que los economistas deben tener una buena formación matemática, estadística y econométrica, pero estos conocimientos deben ser medios e instrumentos y no fines. La formación en teoría económica es la base en la que se sustenta el conocimiento sólido de los economistas, pero no olvidemos que no solamente existe la teoría neoclásica, hay otros enfoques que, en muchas ocasiones, son alternativos. El estudio de la historia económica y del pensamiento, así como de las instituciones y la estructura económica resultan fundamentales para el conocimiento de la realidad concreta y material. Precisamente, algunos economistas que se han acercado con un buen instrumental teórico a la realidad, son los que han sido capaces de predecir lo que se avecinaba. Aunque se ignore, sí hubo quien pronosticó lo que se venía encima. He mencionado en otras ocasiones a economistas que de algún modo advirtieron de los peligros en los que la economía se encontraba, como consecuencia de la primacía de las finanzas, la desregulación, las desigualdades existentes, y las burbujas especulativas. Pero resulta muy ilustrativa la información que proporciona el artículo que escribe en "Sin Permiso", revista digital, Amaranta Süs, pues hace referencia a la concesión del Premio Revere a los diez economistas que predijeron la crisis. Para ello han votado 2.500 economistas de todo el mundo para elegir a quién consideran el científico que primero y con mejores argumentos advirtió al mundo del colapso financiero. Cada votante disponía de tres votos y se emitieron un total de 5.062. Este premio se ha concedido en honor de Paul Revere y de su famosa travesía nocturna para alertar a los norteamericanos de la proximidad del ejército colonial británico. Se trata, por tanto, de saber si hoy como ayer alguien advirtió de la proximidad del peligro. Sí los hubo, pero no se les hizo caso.El más votado resultó ser el economista matemático de formación marxista, pero que utiliza el modelo de Minsky, Steve Keen (Universidad de Sydney), que recibió 1.152 votos, el doble que el segundo, Nouriel Roubini (Universidad de Nueva York). En la lista se encuentran economistas bien conocidos en España, como Joseph Stiglitz, en cuarto lugar, Paul Krugman, en séptimo, y Soros, el décimo. También, aunque, menos conocido, Robert Shiller, en sexto lugar, que tiene un libro fundamental para entender las claves que originan la crisis, como es “El estallido de la burbuja”. Para el que se encuentre interesado en leer artículos del primer clasificado los puede encontrar en “Sin Permiso”. Siete de los diez clasificados se han citado periódicamente en esta revista digital.En suma, no todos los economistas se encuentran tan despistados ante la crisis, y lo que hay que hacer es leer precisamente a aquellos que la historia les ha dado la razón. Una vez más todo esto pone de manifiesto la urgencia de cambiar los planes de estudio de las facultades de economía, en la línea que hemos señalado. Estudiar a su vez a economistas como al poskeynesiano Minsky, que está triunfando después de muerto, y cuando se encontraba desaparecido en la bibliografía de los colegas economistas, ahora revive y es una de los más citados en la literatura que aborda la crisis.http://www.sistemadigital.es/News/ItemDetail.aspx?id=2678

lunes, 10 de enero de 2011

La UE en la encrucijada

http://www.elpais.com/articulo/internacional/UE/encrucijada/elpepuint/20110110elpepiint_9/Tes


TRIBUNA: FELIPE GONZÁLEZ

La UE en la encrucijada



A tres años largos del desencadenamiento de la crisis financiera global más grave desde la de 1929, y a un año de vigencia del Tratado de Lisboa, las turbulencias financieras continúan sin que el Consejo Europeo, la Comisión o el Banco Central logren atajarla. La especulación galopa por delante de las decisiones. Crecen las dificultades para los países, que parecen piezas de caza inermes ante los movimientos especulativos que perciben las medidas adoptadas como un aumento de sus garantías para seguir atacando.


En el último Consejo de diciembre se ha decidido modificar el Tratado, en una minireforma que garantiza la vigencia del fondo de 750.000 millones de euros más allá de 2013, incluso ampliable si fuera necesario. Al mismo tiempo se ha rechazado la propuesta de emitir bonos europeos hasta el 60% de la deuda, en tanto que el Banco Central interviene con timidez en la compra de bonos, a diferencia de la actitud decidida de la Reserva Federal de EE UU.

Es una muestra dramática de los problemas de gobernanza de la Unión Europea, atrapada en la contradicción de un avance decisivo en Unión Monetaria, con sus ingredientes de Pacto de Estabilidad, y una carencia insostenible de coordinación de las políticas económicas y fiscales. Así, en un mercado interior sin fronteras, con una moneda única, convivimos con políticas económicas y fiscales divergentes que ni están en condiciones de resistir esta crisis financiera, ni podrán hacerlo con las siguientes, que ya se están incubando.

Los ciudadanos de los distintos países se mueven en el desasosiego, cuando no en la frustración, con actitudes de rechazo a las reformas estructurales imprescindibles que se están proponiendo por los distintos Gobiernos, porque piensan que son la consecuencia de una crisis financiera de la que no se sienten responsables. No entienden que el coste de la crisis lo paguen los que no la provocaron, en tanto siguen campando a sus anchas los que nos llevaron a ella.

La situación es grave, porque las reformas estructurales son necesarias. Lo eran antes de la crisis, como se percibió con claridad cuando se acordó la agenda de Lisboa en el año 2000. Pero no se cumplió esa estrategia y la crisis financiera, impactando con más fuerza en la Unión Europea que en el resto del mundo, incluido Estados Unidos, puso de manifiesto esas carencias estructurales de las economías de la mayor parte de Europa. Pero no es menos cierto que las operaciones de rescate de las entidades financieras y las políticas anticíclicas, más las de protección social, aumentaron los desequilibrios que ahora "acusan" los mercados para justificar la especulación y exagerar los riesgos de los países llamados periféricos. Y tampoco lo es, que nada relevante se está haciendo para controlar ese sistema financiero global y a los agentes que siguen operando -y cobrando bonos sustanciosos- como si la crisis no fuera con ellos.

Así, la UE se encuentra en una encrucijada de enorme gravedad para su presente y para su futuro. En una situación de emergencia que dura ya tres años y ante la cual tiene que optar:

- O puede seguir como hasta ahora, capeando día a día el temporal que no cesa. Sumida en intereses nacionales contradictorios -a corto plazo-, impulsada por reacciones nacionalistas que alimentan el euroescepticismo. Seguiremos corriendo detrás de los especuladores, con declaraciones más o menos solemnes de que ningún país será abandonado a su suerte, con tímidas medidas de reforma de los tratados para salvar obstáculos particulares. Y con opiniones públicas encrespadas frente a las reformas estructurales que se perciben como impuestas desde "fuera" y como el precio a pagar a los "mercados".

- O puede deshacer el camino recorrido, cediendo ante las presiones de aquellos que desean que se retorne a una simple zona de libre cambio, sin mercado interior, sin unidad monetaria, en la que cada país se apañe con su propia moneda, devalúe cuando estime que eso le ayuda a salir del atasco, evitando tener que adoptar las reformas estructurales que le permitan competir en la economía global. Aunque sea a costa de perder relevancia, de acelerar su proceso de marginalidad en la nueva realidad mundial. Pagaríamos muy caro el precio de la NO EUROPA, en un retorno ciego a las pulsiones nacionales que algunos alimentan interesadamente. Cuando más necesitamos una Europa Unida y decidida a jugar un papel en la nueva realidad global, cederíamos a los demonios de la historia.

- O puede y, a mi juicio, debe avanzar decididamente en el camino de lo que convencionalmente podríamos llamar "federalización" de las políticas económicas y fiscales, e incrementar el espacio del mercado interior en energía y en todo el campo derivado de las tecnologías de la información. Federalización que se debería completar con la Política Exterior y de Seguridad Común, para la que el Tratado actual, si hay una decidida voluntad del Consejo, le da instrumentos suficientes.

La crisis financiera de 2008 ha sido el detonante que ha provocado los choques asimétricos de los sistemas económicos y fiscales divergentes que convivían bajo una moneda única y un mercado interior sin fronteras.

La decisión de poner en marcha el euro, con el Banco Central estatutariamente orientado al control de la inflación y con el exclusivo respaldo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (límite máximo de 3% de déficit presupuestario y de 60% de deuda pública), se ha mostrado claramente insuficiente. En realidad, la concepción de una Unión Económica y Monetaria, prevista así en el arranque de los tratados, quedó coja al desarrollar solo la Unión Monetaria, sin ningún mecanismo de gobernanza económica y fiscal que pudiera evitar las divergencias económicas entre los distintos países del euro.

Ya en los primeros años del euro, países tan importantes en la UE como Alemania o Francia incumplieron los compromisos del Pacto de Estabilidad, aunque sus economías, con bajos niveles de crecimiento, no creaban problemas de divergencia a la zona euro. La paradoja era que los países que ajustaron sus cuentas públicas, con equilibrios presupuestarios o incluso superávits y deudas públicas muy por debajo del límite del 60% del PIB, empezaban a divergir en sus modelos económicos y/o fiscales (como ocurría en España o en Irlanda).

Las instituciones europeas encargadas de la vigilancia del Pacto de Estabilidad tuvieron que flexibilizar los criterios convenidos para no perjudicar a Alemania o Francia. Al mismo tiempo no tenían competencia alguna para corregir las divergencias de los países que perdían competitividad, con balanzas de pagos y comerciales muy desequilibradas, o reducían su fiscalidad básica afectando a la competencia en el seno de la zona euro.

En esta situación es más que evidente por la experiencia adquirida que la Unión Monetaria, sin Unión Económica y coordinación fiscal, seguirá generando una constante inestabilidad en el espacio público de la UE. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento se ha reducido a la "estabilidad", despreciando la necesidad del crecimiento, y dentro de esa "estabilidad", el Banco Central, por sus Estatutos, solo tiene un criterio dominante: el control de la inflación.

Las urgencias de la crisis y su profundidad han obligado al Banco Central a realizar operaciones más allá de sus objetivos estatutarios, pero siempre con extremada precaución y, por eso, con una operatividad limitada. Podríamos decir que el Pacto de Estabilidad con las correcciones necesarias y el rigor de Banco Central Europeo son condiciones necesarias pero no suficientes para avanzar en la gobernanza de la Eurozona. Y, en mi opinión, de toda la Unión Europea por las exigencias de funcionamiento de un mercado interior sin fronteras.

Por ello, una federalización de la política económica debería completar el proceso de construcción europea. El Consejo debería asumir el liderazgo, incluyendo cambios en los Tratados, aunque haya que prever que algunos países de la Unión no quieran sumarse a este desarrollo sin que por esta razón puedan obstaculizar la voluntad de los que quieran seguirlo.

Se deberían desarrollar tres políticas:

- La regulación y control homogéneos de las instituciones financieras que operan en el espacio de la Unión, con las limitaciones que se estimen necesarias para frenar las operaciones especulativas más peligrosas, incluyendo las operaciones a futuro con mayores exigencias de afianzamiento. Es absurdo mantener reglas diferentes en este espacio común e integrado en el que operan con libertad estas instituciones. El riesgo de que esto no se haga es ya claro: estamos incubando la siguiente crisis financiera y menospreciando la grave situación de la economía productiva. Este nuevo marco regulatorio debería ser pactado a continuación con EE UU y propuesto en el foro del G-20 para que el sistema financiero que opera globalmente empiece a ser gobernable en este mismo nivel.

- Aún hoy es pronto para tener una mínima seguridad de despegue autónomo de la economía real, en Europa y en Estados Unidos. En Estados Unidos han decidido mantener las políticas anticíclicas. En la Unión Europea se imponen las políticas de ajuste. El riesgo de retroceder permanece vivo y aunque haya países que han agotado sus márgenes de maniobra, estando por ello obligados a un ajuste severo, otros no lo están y deben liderar políticas anticíclicas activas. Además, en la Unión Europea se pueden utilizar instrumentos como el Banco Europeo de Inversiones y el Fondo Europeo de Inversiones para alimentar estas políticas anticíclicas con el desarrollo de infraestructuras imprescindibles que generen empleo y eliminen cuellos de botella para aumentar la competitividad de la Unión. Esto vale para la energía, para las nuevas tecnologías, para las autopistas del mar, etc.

- Las políticas económicas y fiscales, federalizadas, deberían ser la base de la acción estratégica del Consejo Europeo. Los diferentes países estarían obligados a cumplir requerimientos de balanza de pagos y de fiscalidad mínima armonizada. Esto explicaría por sí mismo la necesidad de hacer políticas de reformas estructurales profundas, que se necesitan para recuperar una economía altamente competitiva, con dimensión social y sostenible desde el punto de vista medioambiental.

Para los ciudadanos de los países de la Unión, compartir soberanía en estos campos no es un problema inasumible. Lo que es rechazable es verse sometidos a reformas que parecen cuestionar derechos sociales adquiridos a lo largo de décadas, sin soluciones de futuro y como consecuencia inmediata de una crisis financiera que no han provocado y como imposición de unos mercados que parecen gobernar a sus gobiernos.

La UE necesita reformas profundas: por el envejecimiento de su población que afecta a sus sistemas de pensiones y de salud, pero también a su capacidad de competir; por el retraso relativo en el desarrollo de su capital humano y del I+D+I; por la rigidez y el corporativismo de su sistema de relaciones industriales; por su dependencia energética y su compromiso con el medioambiente. Pero esas reformas no serán posibles si no está claro que se pretende preservar su modelo de cohesión social y que existe la voluntad como Unión de gobernar los mercados financieros y hacer cumplir reglas de comportamiento que atiendan a la economía real.

En cuanto a la política exterior y de seguridad común, como antes he dicho, es un desafío para el que los Tratados dan margen si hay voluntad del Consejo para desarrollarlos.

La contradicción que vivimos es que mientras los ciudadanos creen en la eficacia de hablar con una sola voz en las distintas instancias y foros internacionales, en porcentajes que llegan casi al 80%, los responsables políticos argumentan al contrario: que sus opiniones públicas no estarían dispuestas a ceder estas parcelas de soberanía nacional.

Entretanto, la situación de los países de la Unión, incluidas las antiguas potencias, sufren de una pérdida progresiva de relevancia que no se ve compensada por el peso exterior que tendría una Política Exterior y de Seguridad Común. Es decir, que la Unión Europea, aunque pueda ser un gigante comercial y recuperara posiciones como potencia económico tecnológica, seguiría siendo un enano político frente a los nuevos poderes emergentes en el mundo de la globalización.

sábado, 1 de enero de 2011

FELIPISMO: 1982-1995. MÁS ALLÁ DE LA BURBUJA INMOBILIARIA.

FELIPISMO: 1982-1995. MÁS ALLÁ DE LA BURBUJA INMOBILIARIA.

Escrito el Domingo 26 diciembre 2010 a las 20:16, Leido Veces COMENTAR Comentarios | COMPARTE: Correo Facebook Meneame Twitter

http://www.inventati.org/ingobernabl...rme-petras.pdf
El informe Petras: una crónica del futuro

James Petras
(Boston, Estados Unidos, 17 de enero de 1937) es un sociólogo estadounidense conocido por sus estudios sobre elimperialismo, la lucha de clases y los conflictos latinoamericanos.

El ejecutivo de Felipe González, creyendo al sociólogo afín, le encargo un ambicioso informe en el natualmente se esperaba loase los logros alcanzados por la administración socialistas. Lejos de ello Petras presentó un informe absolutamente independiente en el que describía un cuadro desalentador, muy documentado y real en el que incluia serias advertencias acerca del equivocado modelo estructural elegido en el camino hacia la modernización e integración de España en estructuras internacionales.

El informe que, naturalmente, no obtuvo apenas repercusión pública, cobra más actualidad si cabe conforme las advertencias que en su día hizo Petras se van haciendo realidad e incluso precipitándose en estos tiempos de crisis económica.

Introducción

La modernización española entre 1982 y 1995 se basó en la estrategia de ahondar en la inserción de España en las estructuras internacionales mediante la reforma y liberalización de su economía. Las medidas clave llevadas a cabo por el ejecutivo socialistas incluían la liberalización de los mercados, privatización de empresas públicas y bancos, la libre convertibilidad y la flexibilización del mercado laboral.

El impacto de la modernización en la estructura política

El liderazgo concentrado en el poder político es, según la teoría democrática clásica, el más elitista y restrictivo, aunque es probablemente el más eficaz para llevar a cabo una modernización al estilo de la española. El liderazgo con reparto del poder es menos elitista, en la medida que incluye un conjunto amplio de fuerzas sociales, pero menos eficaz para aplicar estrategias de modernización. Un liderazgo consultivo, más inclusivo y democrático, es prácticamente incompatible con la estrategia de modernización llevada a cabo en el contexto español.

Cultura cívica vs cultura autoritaria

Una democracia viable depende de la libertad de los ciudadanos para ejercer o defender
sus derechos, sin la intimidación de aquellos que ejercen el Poder. La modernización española, a través de la liberalización de la economía, se ha consumado en gran parte vía
decreto ley, cosa que ha favorecido las estructuras estatistas-autoritarias, a expensas de la sociedad civil y la consulta pública.

En una cultura política autoritaria (se celebran elecciones o no), los líderes políticos fomentan la creencia de que los movimientos sociales que exigen no subordinarse a las demandas y prioridades de las élites: inversores extranjeros, prestamistas, UE, etc, 'amenazan la estabilidad democrática'. Promueve la creencia de que sólo la élite política puede decidir cuándo, dónde y cómo hay que proceder para poner en práctica el cambio.

La libertad política no se basa solo en el número de partidos sino en el grado de apertura del sistema a debatir y aplicar estrategias alternativas. El libre acceso a la información no se basa en la libertad para publicar o leer, sino en el acceso equitativo a los media para presentar diferentes ideas al público. La integridad política se vincula con el fomento y desarrollo de una ciudadanía activa y autónoma, organizada en sociedad civil.

En un Estado que se encamina a dominar las cadenas de comunicación y a concentrar el liderazgo en la élite política política, la 'ciudadanía' se reduce a votar por un menú político de élite, en vez de ser orientada activamente a formular los contenidos del menú. En este sentido, los votantes no son ciudadanos, en la medida en que en nigún modo son miembros de una comunidad política.

Se ha argumentado a menudo que la modernización es la condición sine qua non para la
consolidación de la democracia en España. Han surgido suficientes evidencias como para poner en tela de juicio este supuesto.

Modernización vs corrupción

La centralidad del mercado como el principal mecanismo para la modernización ha reforzado los lazos entre los negocios y el Estado. Ha fomentado los valores mercantiles dentro de la clase política. El resultado ha sido que la corrupción a gran escala ha impregnado el sistema político español.

Desempleo

El nuevo régimen regulador fortalece al capital sobre los trabajadores, al capital extranjero sobre el nacional y a los servicios (banca, especulación, bienes inmobiliarios y turismo) sobre el capital productivo (industria, agricultura, minería)

La inserción de España en la UE aumenta el desempleo porque la industria española no es competitiva. La especialización en el sector servicios incrementa las desigualdades entre capital financiero y los trabajadores mal pagados del sector servicos. El turismo aumenta junto con el empleo estacional mal pagado.

Parte de la estrategia de libre mercado del régimen socialista para reforzar el poder de las empresas consistió en una serie de leyes laborales aprobadas a mediados de los 80 que socavaron el empleo estable de los trabajadores. Se fue permitiendo cada vez más a los empresarios emplear a los trabajadores con contratos eventuales, que en la mayoría de los casos sólo eran de seis meses de duración y estaban sujetos a cancelación a discreción de los empresarios y sin indemnización por despido.

La brecha generacional

La mano de obra fija y mejor pagada corresponde a los trabajadores que entraron en el mercado laboral a finales de los 60 durante la estrategia de industrialización nacional del tardofranquismo.

La mano de obra eventual son los hijos de los anteriores que entraron en el mercado laboral a finales de los 80 en plena aplicación a gran escala, por parte del régimen socialista de una estrategia económica neoliberal. De persistir la tendencia actual, está claro que los trabajadores fijos, bien pagados y sindicados van a ser una clara minoría.

La estabilidad en el empleo proporcionaba una base para la continuidad y un grado
relativo de certidumbre a la hora de hacer proyectos para tu ciclo vital. Para la nueva generación, no existen prácticamente empleos estables; la mayoría son eventuales, sin porvenir y mal pagados.

La ironía es que los padres esperaban que, con más educación, los hijos conseguirían un más alto estatus. La gran paradoja del último cuarto del siglo XX es que una mayor inversión no pudo contrarrestar los efectos retrógrados del sistema económico neoliberal.

La llamada movilidad intergeneracional descendente no es un fenómeno únicamente español; pero ha sido España la que se ha encaminado más lejos y rápido hacia un sistema laboral de dos tercios. La irónica retórica 'europeísta' del felipismo, con el argumento de que la liberalización era la única vía para volverse europeos, encubría el hecho de que la distancia en parámetros de bienestar entre España y Europa en realidad no había hecho sino ensancharse durante su presidencia.

La 'generosidad' de los padres en posición aún privilegiada, limita el surgimiento de un 'movimiento juvenil' socialmente rebelde. Su covergencia con la despolitización de la generación joven es una razón por la que que, a pesar del sub y desempleo masivo, no existan movimientos sociales a gran escala.

Competitividad

De hecho, claramente, la estrategia de liberalización no está dirigida a aumentar el empleo; sino a facilitar la adquisición extranjera de industrial locales y a presionar a la baja los salarios para facilitar la acumulación de capital

Educación

Los trabajadores cualificados y educados hoy hacen frente a índices de desempleo que sobrepasan un cuarto de la mano de obra. La escolarización puede parecer cada vez más fuera de lugar para unos jóvenes trabajadores con pocas perspectivas de empleo.

La formación técnica y profesional parece fuera de lugar para una economía cada vez más basada en el turismo, la administración pública y las plantas de montaje.

¿Dónde están los progresistas?

Es llamativa la indiferencia de los progresistas frente al destino de millones de ciudadanos mal pagados y subempleados sin futuro.¿Dónde están?

Están activos; pero concentran su actividad en asuntos que afectan a minorias que representan a lo sumo un 2% de la población: minorías étnicas, drogodependientes, prostitutas, gays y lesbianas, racismo, acoso sexual...¿Por qué eluden un compromiso con la realidad nacional y social?

En primer lugar, porque no es peligroso luchar por los derechos legales de las pequeñas minorías. Eso no comporta ninguna confrontación con el Estado y menos aún con el capital. Al contrario, comprometerse en la lucha por los sub y desempleados implica confrontaciones muy duras y sostenidas con el Estado, el capital y los medios de masas del país a su servicio.

En segundo lugar, las luchas progresistas por las minorías cuentan con el aliento y vivo apoyo financiero del poder político. Una red de ONG y similares brindan a los progresistas oportunidades económicas, segundos salarios en calidad de investigadores, educadores, asistentes sociales o abogados. Pueden así combinar una "buena conciencia" y la remuneración económica con una palmadita en el hombro de las autoridades.

Mientras tanto, la lucha de millones de sub y desempleados, si estuviera adecuadamente
organizada, podría afectar a las políticas globales de esas mismas benevolentes autoridades. Podría socavar sus esfuerzos por subvencionar a los promotores inmobiliarios urbanos y a los constructores que habitualmente financian campañas electorales.

Por esta razón, los esfuerzos para organizar políticamente a los sub y desempleados por empleos bien pagados contra los políticos neoliberales no reciben ningún apoyo financiero.

Conclusión

La supuesta 'modernización' de la economía española bajo los auspicios del régimen socialista de Felipe González ha tenido un efecto profundamente negativo sobre la vida socio-económica, política y cultural de la clase trabajadora y, en particular, sobre la familia y los trabajadores jóvenes.

La liberalización de la economía ha llevado a mayores injusticias sociales y a menos
actividades políticas, en realidad a una disminución de la democracia política.

La contradicción entre haberse criado entre algodones y un futuro incierto genera un miedo y frustración social en los jóvenes trabajadores que, si no se encauza a través de la política de clase, puede degenerar en violencia individualizada. Lo que muestra claramente nuestro estudio es que la mayoría de los trabajadores de ambas
generaciones se sienten víctimas pasivas más que protagonistas de los cambios a los que se enfrentan.

En España, la cultura cívica emergente de finales de los 70 y principios de los 80 ha sido
transformada en una cultura política autoritaria donde una reducida clase política ha marginado al grueso de la clase trabajadora de lo público y de la consulta politica.

El resultado es una generación mayor de trabajadores frustrada y ansiosa, y una generación joven marginada y apolítica. El "libre mercado", como el mecanismo elegido para lo que se suponía iba a ser la modernización de España, ha debilitado los lazos entre la clase trabajadora y la clase política, y ha fortalecido las estructuras estatistas-autoritarias a expensas de la sociedad civil y de la consulta pública.