Lo que nadie explica de la burbuja inmobiliaria
Sábado 12 de abril de 2008, por Víctor Luís Álvarez
Las condiciones subjetivas no son económicas, son de origen cultural, y proceden, de la mentalidad que tenemos los actuales españoles frente a la propiedad de la vivienda. Esta posición procede de los primeros años sesenta, antes de esas fechas la opción del alquiler era la que estaba ampliamente generalizada en las capas medias y bajas de la sociedad española.
Esa mentalidad es la que impulsa a los españoles de nivel bajo y medio a la compra de una vivienda en cuanto opinan que tienen condiciones para ello, esa compra está acompañada en ocasiones con ribetes compulsivos de autoengaño sobre las propias posibilidades reales de acceder a la propiedad deseada.
Además el común de los españoles cree, aunque ahora ya un poco menos, en tópicos, como el de que la vivienda «nunca baja», ignorando experiencias recientes como la japonesa entre otras, y por ello la vivienda era vista como una inversión muy lucrativa y financieramente segura.
En las causas o condiciones objetivas de origen económico, un factor determinante fueron los bajos tipos de interés que permitieron a la oferta subir los precios hasta el nivel máximo que la demanda pueda abonar. Y este precio dependía de que las hipotecas fuesen o no accesibles, en muchas ocasiones nadie se preguntaba el valor del bien, si no por la cuantía de la hipoteca y si podía afrontarla.
Cuando no existe un gran stock de viviendas en venta, como ocurría hace unos años, la oferta de vivienda es inelástica, ya que el plazo de ejecución de las obras y urbanizaciones es de varios años por lo que la demanda se acumula sin ser satisfecha.
En esas condiciones de oferta rígida frente a una demanda en aumento y bajos tipos de interés, se disparan los precios, según algún experto bien documentado [1], se calcula que por cada 1% de descenso de los tipos de interés, la vivienda incrementa su precio en un 20%, lo que permite el florecimiento de la especulación y también del llamado «efecto riqueza» que incide en el incremento del consumo, como un efecto colateral de la burbuja inmobiliaria.
Esto acarrea un movimiento de arrastre especulativo sobre toda la cadena inmobiliaria desde el suelo hasta las agencias de compra-venta, esta situación es alentada por los políticos y los medios del sistema encantados de que «España vaya bien» según afirman ellos. ( Si los precios de la vivienda suben es por que la gente tiene dinero, Francisco Álvarez Cascos dixit)
Mientras tanto toda la peor fauna de los buitres ibéricos está revoloteando sobre esta especulación, desde los grandes del «ladrillo», las instituciones financieras y esos buitres de segunda categoría llamados coloquialmente «pasapiseros» que se dedican a la especulación «al por menor», a diferencia de los grandes del «ladrillo» que especulan con miles de millones.
En estas condiciones la construcción de viviendas se disparó hasta extremos nunca vistos. Las instituciones financieras ante la magnitud de la inversión inmobiliaria que se estaba efectuando en este país, no fueron capaces de afrontar su financiación con fondos propios y buscaron liquidez externa, el ahorro europeo vino a financiar a los compradores españoles de viviendas
¿Y las administraciones que hicieron entonces?, se dejaron llevar complacidas por la situación general de sensación de riqueza y consumo, hubiera sido muy fácil poner coto al disparate tomando ejemplos de otros países como Alemania, u Holanda, pero no interesaba, opinaron que no era liberal, y que era preciso dejar actuar al mercado libremente. Eso si, siempre dentro de los límites que los políticos marcaban con las recalificaciones del suelo.
Los políticos más honestos vieron una ocasión para llenar las arcas públicas y fueron ciegos sobre la trascendencia del problema que se podía generar, los menos honestos lo que vieron fue una gran ocasión para llenarse los bolsillos en compañía de los especuladores.
De esta forma no se hizo nada al respecto y la burbuja creció y creció, ahora ya nos encontramos en un punto de no retorno, el ahorro pasado y futuro de una gran parte de la sociedad española está invertido en unos edificios, en ocasiones vacíos, mediante unos créditos que han dejado a España seca de liquidez, y muy poco atractiva para la captación de crédito foráneo.
La crisis no es solo inmobiliaria y energética, es sistémica, la crisis de las hipotecas “subprime” en EEUU es de juguete frente a los tres déficit: federal, comercial y familiar que se acumulan en ese mismo país, por ello se atisban en el horizonte mundial fuertes convulsiones precedentes de un cambio de sistema.
Entonces si que vamos a sentir en nuestro país la falta del capital financiero que está enterrado en el ladrillo español, y que vamos a necesitar para otras carencias estructurales.
El estallido de la burbuja se esta produciendo porque la elevación de los tipos de interés puso al descubierto la sobrevaloración especulativa del precio de las viviendas.
También se puede enunciar que la oferta inmobiliaria es inelástica o rígida hasta que el stock de viviendas acumulado es de tales dimensiones que la vuelve elástica, incluso plástica.
Por deformación profesional usaré un símil de ingeniería, la ley de Hooke, que nos dice que cuando las tensiones son suficientemente elevadas se sobrepasa el límite elástico del material y se llega a la zona de fluencia, si la tensión persiste se produce una deformación plástica y el material se destruye.
O sea, que revienta la burbuja inmobiliaria y se destruye la economía, que es lo que está ocurriendo.
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