domingo, 19 de octubre de 2008

Como los bancos centrales desestabilizaron la economía

Como los bancos centrales desestabilizaron la economía

El origen de la crisis a la que se está enfrentando América no es político ni tampoco es culpa de un individuo o partido. El mundo entero, incluyendo Europa, está experimentando una masiva debacle monetaria. Además, no es por primera vez que el mundo esté siendo golpeado por una crisis financiera. Sucedió en 1824 y otra vez más después de la Primera Guerra Mundial. Lo que es deprimente es que a pesar de que las causas de aquellas crisis fueron más de una, los actuales banqueros centrales y legiones de economistas se encuentran totalmente perdidos, considerando como causa aquellos datos que realmente no son nada más que síntomas del profundo desorden monetario.

Los desordenes monetarios siempre son producto de políticas inflacionistas

La actividad de los bancos centrales se basa en dos falacias económicas. La primera es estabilizar los precios. Según esta falacia mientras los precios se mantengan estables, la economía no puede caer en recesión. El padre de esta falacia fue Irving Fisher. Y le costó 10 millones de dólares. Aquellos que argumentan que la oferta monetaria debe ser manipulada con el propósito de prevenir los movimientos de los precios tanto al alza como a la baja, consideran que aunque los precios de cada producto están determinados por la oferta y la demanda, el nivel general de precios oscila en función de la oferta monetaria.

Este punto de vista no es capaz de pasar ni el más elemental examen. El dinero siempre entra en la economía en ciertos puntos a partir de los cuales el gasto ya no produce el mismo efecto. Incluso si se recurre al método del “helicóptero” cuando todos simultáneamente reciben la misma cantidad de dinero, la teoría no funcionaría porque las preferencias de la gente no son idénticas ni tampoco prefijadas. No todos los economistas estuvieron de acuerdo a la vez con Fisher como lo dice el siguiente párrafo:

… las actuales dificultades son fruto del mayor experimento del mundo con “la moneda controlable” dentro del patrón oro, e, incidentalmente, proveerá con un material muy interesante a aquellos que abogan por la moneda controlable que carece de la naturaleza de ahorro del patrón oro lo cual puede causar errores de juicio (C. A. Phillips, T. F. McManus y R. W. Nelson, Banking and the Business Cycle, Macmillan and Company 1937, p. 56).

Si Fisher y sus discípulos hubieran tenido razón, no habría perdido su fortuna y gran parte de su reputación como economista. Durante los años 20, la Fed prácticamente dobló la oferta monetaria. ¿Entonces por qué no subieron los precios? Sí, lo hicieron. Las materias primas subieron en vertical al igual que lo hicieron los bienes de capital. Dado que el sistema estaba enfocado en precios al consumo, los precios de bienes de capital e inmobiliarios fueron ignorados. La importancia de esta observación es que la teoría de que los precios se estabilizan finalmente no funciona. Es que no pueden estabilizarse.

Los cambios en el flujo monetario siempre afectarán la estructura de los precios y, por tanto, el patrón de la producción (Richard Cantillon, Essay on the Nature of Commerce in General, Transaction Publishers, 2001, escrito sobre 1734 y publicado por primera vez en 1752). Estos flujos monetarios son traídos a la vida por los bancos centrales forzando los tipos de interés por debajo de su nivel de mercado. Consecuentemente las empresas se embarcan en proyectos que requieren cada vez más tiempo dado que solo así pueden ser económicamente viables debido a que los capitales necesarios para completarlos no están disponibles. Lo que hacen en realidad los bancos centrales es sustituir el crédito por el capital. A mediados de los años 20 se observó que

… prevalecía la tendencia de sustituir el crédito bancario por el real capital (bienes de capital). Los sucesos de los años 1924-29… confirmaron de sobra esta afirmación. (Benjamin M. Anderson, Economics and the Public Welfare: A Financial and Economic History of the United States 1914-1946, LibertyPress, 1979, p. 99).

La segunda falacia económica es que las recesiones son provocadas por la “demanda deficiente”. Y probablemente sea la falacia más peligrosa de todas. El hecho de que fuera adoptada masivamente por los economistas y por tanto por los bancos centrales se lo debemos agradecer al Lord Keynes. Esto invita a hacer una simple pregunta: ¿Por qué cada vez hacen falta más y más inyecciones monetarias para prevenir una recesión?

Los economistas clásicos tuvieron la respuesta y es: desproporcionalidad. Se dieron cuenta de dos cosas: la primera es que la “repulsión” como lo llamaron empieza en el sector industrial. Y la segunda es que los desordenes siempre ocurren en grupo. Ricardo llegó a la conclusión que el problema fue causado por el sistema bancario creando el crédito en exceso. (El exceso se definía como el exceso de los depósitos bancarios sobre sus reservas de oro). Es precisamente el exceso de crédito lo que provoca burbujas en las bolsas. Fritz Machlup explicó que un boom de las bolsas requiere un continuo flujo del crédito bancario. Y esto solo puede ocurrir cuando los bancos centrales relajan sus políticas monetarias. Por tanto

… un continuo incremento de los precios de las acciones no puede ser debido a la mejora de las condiciones de producción o un aumento de ahorro voluntario, sino únicamente a la oferta crediticia inflacionista (Fritz Machlup The Stock Market, Credit and Capital Formation, William Hodge and Company Limited, 1940, p. 290).

Los economistas de hoy en día no se dan cuenta de lo que fue obvio para los economistas de hace tiempo: Finalmente “los productos siempre son comprados con otros productos” (Jean-Baptiste Say A Treatise on Political Economy, 1836 reeditado por Transaction Publishers, 2001, p. 166. También Capítulo XV). Say y los clásicos comprendieron plenamente que la producción debe respetar las proporciones, es decir el equilibrio debe prevalecer. La respuesta de Say a la sobreproducción es la siguiente:

… la sobreoferta de un producto en particular se debe a que se sobrepasó la demanda por dos razones; o porque se había producido demasiado o porque hay déficit de otro producto (Idem, p. 135).

David Ricardo compartía este punto de vista:

La producción siempre se potencia por otro tipo de producción, o de servicios; el dinero tan solo es el medio que facilita el intercambio. Se pude llegar a la sobreoferta de un producto en particular que no será posible amortizar los capitales empleados en su producción; pero esto no será el caso para todos los productos; la demanda de maíz se limita a las temporadas que se consume el maíz, la demanda para zapatos y ropa se limita a las personas que los gastan; pero aunque toda la comunidad, o parte de la comunidad, tengan todo el maíz que puedan comer o todos los zapatos y gorras que son capaces de consumir, no podríamos hablar de que ya no existe más demanda para todos los productos y servicios (On The Principles of Political Economy and Taxation, Penguin Bookes, 1971, p. 292).

En cuanto a las burbujas y sus pinchazos y los períodos de la llamada sobreproducción, Ricardo escribió a un amigo suyo que

El Sr. Malthus parece que no recuerda que ahorrar es equivalente a consumir, viendo que habla exclusivamente del gasto (The Works and Correspondence of David Ricardo Vol. II, liberty fund Indianapolis 2004, Editado por primera vez por Cambridge University Press in 1951 p. 449).

Sobre 1829 John Stuart Mill escribió una devastadora crítica de la idea que la demanda agregada puede ser deficiente. Adheriéndose a la ley de Say, ha enfatizado que mientras la necesidad permanezca insatisfecha y los medios para satisfacerla, escasos, es absurdo hablar de sobreproducción. La clave de su argumentación era que la demanda se potencia por la producción y no por el consumo. Como dijo elocuentemente:

El argumento contra la posibilidad de la sobreoferta general es bastante concluyente, conforme recurre a la doctrina que un país puede acumular el capital muy de prisa; que la producción, incrementando más de prisa que la demanda, puede causar quiebra de los productores. Es cierto si todas las necesidades de todos los habitantes de un país quedan plenamente satisfechas, ningún capital puede encontrar una aplicación viable; pero, en este caso, no será acumulado ninguno. Mientras queden algunas personas no propietarias (de productos), siempre habrá aplicación para capitales; y si los productos que estas personas requieren no son fabricados y puestos a su disposición, será solamente porque el capital, dispuesto a ser aplicable para este propósito, no existe, o no existen productores que fabriquen los productos para su propio consumo. Nada puede ser más quimérico que el miedo de que la acumulación de capital debe provocar pobreza y no riqueza y que la acumulación de capital puede acabar con el propio capital (Essays on Economics and Society, University of Toronto Press 1967, p. 278).

William Stanley Jevons, uno de los economistas neo-clásicos asimismo explicó porque la sobreoferta (deficiencia de la demanda) es imposible. Según su opinión

Los antiguos articulistas sobre la economía siempre tenían miedo de la supuesta sobreoferta, fruto del hecho de que la producción sobrepase la demanda de los consumidores, con lo cual la industria puede colapsar y aumentar el desempleo y todos, salvo los ricos, sufrirán déficit de productos. La doctrina es evidentemente absurda y contradictoria. La sobreproducción no es posible en todas las ramas de la industria a la vez, pero es posible en algunas en comparación con las otras (The Theory of Political Economy, Kelley & Millman, Inc. 1957, p. 203, publicado por primera vez en 1871).

Para Jevons y sus contemporáneos el genuino poder adquisitivo toma sus raíces en la producción. Es fácil comprender entonces que conforme los individuos aumenten su poder adquisitivo, aumentando su aportación a la economía, la producción total aumenta lo cual aumenta, a su vez, la demanda global. Este proceso de intercambio tenderá a adecuar el valor de la aportación de cada trabajador con el de su sueldo. Ahora podemos decir que el poder adquisitivo es otro medio de intercambio, que, a su vez, es la habilidad de las empresas de crear productos para su intercambio.

Y todo esto que puede ser obvio en una economía de trueque deja de ser tan obvio con la aparición del dinero. Si los principios fundamentales que desarrollaron estos economistas fueran resucitados, estas crisis no tendrían lugar.

Gerard Jackson
BrookesNews.Com

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