Hacia un capitalismo zombi
Reproducimos a continuación la última parte de un ensayo largo escrito por el economista matemático marxista australiano Steve Keen y publicado en diciembre de 2009 en el Nº 41 de Debtwatch.
¿Por qué los bancos centrales ignoran sistemáticamente el dato de la proporción de la deuda en relación con el PIB?
La razón es muy simple: porque son economistas neoclásicos. No puedes llegar a ser banquero central sin algún diploma en economía, y la escuela de pensamiento dominante hoy en teoría económica es la neoclásica. Aunque buena parte de lo que ésta dice parece a primera vista inteligente, casi nada pasa de la charlatanería intelectual, según mostré en mi libro Debunking Economics, en donde resumí un siglo de profundas críticas a esa teoría, críticas que sus cultivadores han ignorado con premeditación.
Puesto que las críticas que de la teoría neoclásica han venido haciendo economistas y matemáticos podrían literalmente llenar bibliotecas enteras, no entraré aquí más que en la crítica de tres mitos neoclásicos que bastan para explicar por qué los economistas de obediencia neoclásica no pueden entender la dinámica de una sociedad como la nuestra, movida por el crédito. Los economistas neoclásicos creen que:
(1) La oferta de moneda nominal no afecta al producto económico real;
(2) El sector privado es racional, mientras que el sector público no lo es; y
(3) Se puede modelar la economía como si estuviera en equilibrio.
Lo que el primer mito trae consigo es que sus modelos matemáticos prescinden del dinero y de la deuda: el grueso de los modelos neoclásicos están construidos en términos ―reales‖, y omiten completamente el dinero y la deuda. Así pues, puesto que la deuda ni siquiera aparece en sus modelos, se les escapa completamente la influencia de la misma (a pesar de que sus unidades de medida estadísticas funcionan muy bien registrando el nivel real de deuda).
El segundo mito significa que ignoran los hechos que apuntan a que la economía se halla muy lejos del equilibrio y significa también que malentienden los efectos de variables cruciales en el marco de desequilibrio en el que realmente vivimos.
Puedo ofrecer dos ejemplos del modo en que esto ha influido en los intentos de hacer comprender a los banqueros centrales que la proporción de la deuda en relación con el PIB es una magnitud muy importante: la discusión que hizo Ben Bernanke de la ―Teoría de la deflación por deuda como causa de la Gran Depresión‖ de Irving Fisher, y una discusión que yo mismo tuve sobre el asunto con un alto funcionario de la banca central australiana.
¿Bernanke un experto en la Gran Depresión?
Ben Bernanke accedió a su actual cargo [de presidente de la Reserva Federal de EEUU] en buena medida gracias a su reputación como experto en la Gran Depresión. En sus Ensayos sobre la Gran Depresión explicó por qué la mayoría de economistas no tomaban en consideración la teoría de Irving Fisher sobre las causas de la Gran Depresión, una teoría que destacaba la importancia de la deflación por endeudamiento:
―La idea de la deflación por endeudamiento se remonta a Irving Fisher (1933). Fisher contempló un proceso dinámico en el que unos activos a la baja y unos precios de materias primas igualmente en caída ejercían presión sobre los deudores nominales, forzándoles a la venta angustiosa de activos, la cual, a su vez, contribuía a la ulterior caída de los precios y a ulteriores dificultades financieras. Su diagnóstico le llevó a urgir al presidente Roosevelt a subordinar los problemas de la tasa de cambio a la necesidad de reflación, consejo que Roosevelt terminó por seguir. La idea de Fisher, empero, fue menos influyente en los círculos académicos, debido al contraargumento de que la deflación por deuda no significaba sino redistribución de recursos de un grupo (los deudores) hacia otro (los acreedores). En ausencia de grandes –e implausibles— diferencias en la propensión al gasto marginal entre los grupos, se le objetaba, las redistribuciones puras no podían tener efectos macroeconómicos significativos.‖ (Bernanke, 1995, p. 17.) [1]
Aunque Bernanke se percata de que Fisher ―contempló un proceso dinámico‖, su explicación de por qué los economistas neoclásicos ignoraron la teoría de Fisher se expresa en términos intrínsecamente neoclásicos: ve la deflación por deuda como una mera redistribución del ingreso de un grupo social (deudores) a otro (acreedores). ¿Cómo es posible que la demanda agregada caiga tanto, si todo lo que ocurre es una transferencia de ingresos y riqueza de un grupo de consumidores a otro?
Pero cuando uno piensa en términos genuinamente dinámicos, el ingreso no es todo en materia de demanda agregada. En un contexto dinámico, la demanda agregada no es simplemente igual al ingreso, sino al ingreso más el cambio en la deuda.
En el curso de una burbuja financiera hinchada por la deuda –obvia precursora de una deflación por deuda—, los crecientes niveles de deuda impulsan la demanda agregada harto por encima de lo que ocurriría en condiciones normales, generando un auge tanto en la economía real como en los mercados de activos. Pero ese proceso viene a sumarse a la carga deudora soportada por la economía, especialmente cuando se usa la deuda para financiar la especulación con los precios de los activos más que para expandir la producción (pues eso incrementa la carga de la deuda, sin añadir capacidad productiva).
Cuando los niveles de deuda suben demasiado, el proceso que Fisher describió entra en acción, y los actores económicos pasan de aumentar voluntariamente sus niveles de deuda a buscar activamente reducirla. El cambio en la deuda se hace entonces negativo, lo que resta demanda agregada y el auge económico trueca en quiebra.
La deuda tiene poco impacto en la demanda cuando la razón entre la deuda y el PIB es baja: como en Australia en los 60, o como en los EEUU desde el comienzo de la II Guerra Mundial hasta los años 60. Pero en cuanto la proporción de la deuda en relación con el PIB llega a ser significativa, los cambios en la deuda pasan a dominar el rendimiento de la economía, como puede verse en los dos cuadros que siguen:
Cuadro 1: Demanda inducida por la deuda y desempleo
Este es el efecto que pasaba por alto el marco neoclásico de Bernanke, que insistía en modelar el mundo como si siempre estuviera en equilibrio. El proceso de la demanda inducida por deuda resulta obvio cuando se piensa dinámicamente, pero si tratas de meterlo en la camisa de fuerza del equilibrio, como hacen los economistas neoclásicos, entonces no puedes entender nada de nada.
¿Un error de colegial?
En 2008, di una conferencia en un seminario que tuvo lugar en Adelaida, y al que asistía también Guy Debelle, un alto funcionario (para mercados financieros) del Banco Central australiano. Al terminar mi charla, comentó que no podía entender por qué buscaba yo relacionar comparativamente la deuda con el PIB, puesto que eso era tanto como comparar un stock con un flujo.
No me llamó entonces la atención esta observación crítica –para mí, las razones de la comparación resultaban obvias—, pero traté de responderle y me olvidé del asunto.
Un tiempo después, el antiguo colega y buen amigo de Debelle Rory Robertson, del Macquarie Bank, repitió las observaciones de Debelle en su circular sobre la tasa de interés, partes de la cual fueron luego reproducidas en varios blogs económicos, incluyendo el Business Spectator. Entre otras cosas, Rory decía que:
―El Dr. Steve Keen, entre otros, sigue cometiendo el error de colegial de comparar deuda e ingreso (un stock con un flujo, manzanas con naranjas) y pierde de vista lo principal.‖
La observación de que comparar deuda con PIB es cometer un error de confusión stock/flujo [2] puede parecer aguda a primera vista, pero lo cierto es que es un sinsentido. Lo que revela es que quien la hace no entiende de dinámica, cosa común a casi todos los economistas neoclásicos.
En términos dinámicos, la razón entre la deuda y el PIB te dice cuántos años tomaría reducir a cero la deuda, si todo el ingreso se dedicara a honrar la deuda. Es un indicador extremadamente valioso del grado de tensión financiera al que está sometida una sociedad (o un individuo).
En mi experiencia, el público general entiende perfectamente eso. Sólo los economistas parecen tener dificultades en comprenderlo: no porque resulta difícil, sino porque están profesionalmente entrenados para no prestar atención al análisis dinámico, y por lo mismo, y a diferencia de los ingenieros de sistemas, no se les ha enseñado que las comparaciones entre stocks y flujos pueden ser indicadores extremadamente importantes del estado de un sistema.
La ignorancia en marcha: hacia un capitalismo zombi
Con tamaña ignorancia de la dinámica de la deuda, los economistas académicos y los bancos centrales de todo el mundo esperan haber dejado atrás la crisis, aun cuando la causa de la misma –los excesivos niveles de la deuda privada— no ha sido atacada. Recomiendan el retroceso de los paquetes de estímulo público en la creencia de que la economía puede regresar a la normalidad tras las perturbaciones de la Gran Crisis Financiera.
Lo cierto es que lo ―normal‖ en el último medio siglo ha sido un crecimiento insostenible de la deuda privada que, finalmente, ha terminado en una cumbre de la que ahora se está despeñando. Y a medida que vaya cayendo –porque los banqueros no quieren prestar, porque las empresas y los hogares no quieren tomar prestado, por la intención generalizada de reducir deudas, por quiebras y por bancarrotas—, la demanda agregada se reducirá hasta niveles muy por debajo de la oferta agregada. Por consecuencia, la economía trastabillará erráticamente, y sólo los estímulos públicos podrán reanimarla.
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