martes, 9 de noviembre de 2010

¿CÓMO RECUPERARSE DE LA RECESIÓN?Euforia y Recesión

¿CÓMO RECUPERARSE DE LA RECESIÓN?
Guillermo de la Dehesa
Presidente del Centre for Economic Policy Research, London
Euforia
La economía española, ha conseguido alcanzar una tasa de crecimiento
medio ininterrumpida del 3,5% durante 14 años, entre 1994 y 2007, claramente
por encima de su potencial, que era del 2,9% promedio durante dicho período
lo que ha hecho que se hayan producido importantes desequilibrios aunque ha
logrado transformarse en una economía más desarrollada con una importante
mejora de su sector privado empresarial y de sus infraestructuras físicas.
Este largo ciclo expansivo ha estado basado en dos choques positivos
externos de enorme magnitud e irrepetibles. El primer choque derivado de las
crecientes perspectivas de entrada de España en la UEM a partir de 1994, que
han hecho que los tipos de interés nominales y reales a corto y largo plazo
cayeran rápidamente y que, tras la introducción del euro y la desaparición de la
peseta y del riesgo de cambio, los tipos reales de interés a corto plazo
empezasen a ser cercanos a cero o negativos.
Esta dramática caída de los tipos de interés nominales a corto plazo y a
largo plazo, (desde un 13,3 y 11,7 por ciento respectivamente en promedio de
1992, a un 3,0 y un 4,7 por ciento respectivamente en 1999 y a un 2,2 y un 3,4
por ciento, respectivamente en 2005) desató una fuerte y larga ola de demanda
de crédito para invertir, por parte de las familias en la compra de una vivienda
así como en bienes de consumo duradero y, posteriormente, por las empresas
en empleo y en bienes de equipo.
Pero también fue creando una burbuja en el mercado de la vivienda,
cuyos precios subieron un 30 por ciento en términos reales, empujada también
y crecientemente por su demanda por parte de familias europeas y, más tarde,
por la de inmigrantes, y otra burbuja en el mercado de la construcción, sector
que legó a alcanzar, en 2006, el 16 por ciento del PIB en términos reales y que
llegó a generar el 20 por ciento de todo el empleo creado en la economía en los
últimos 14 años y el 33 por ciento del empleo total creado en la UE a 15.
El segundo choque debido de la inmigración masiva a partir de 2002,
atraída por la demanda de empleo en la construcción y de algunos servicios
básicos de poco valor añadido que ha dado otro fuerte impulso añadido a la
actividad económica. A mediados de 2009, el número de extranjeros
empadronados en España había alcanzado 5,6 millones, el 12,0 por ciento de
un total de la población de 46,6 millones, sin contar otros cientos de miles en
situación irregular que no se cuentan porque no están ni siquiera
empadronados.
Los inmigrantes han llegado a representar más del 80 por ciento del
crecimiento de la población total española, lo que ha ayudado a incrementar la
fuerza laboral (número de personas en edad de trabajar) y los contribuyentes a
la Seguridad Social. Así, la economía española ha llegado a alcanzar dos
éxitos históricos: una tasa de desempleo de sólo el 8 por ciento y una tasa de
empleo del 66 por ciento, dos de cada tres personas en edad de trabajar tenían
empleo frente a una de cada dos en 1994, lo que disparado el crecimiento del
PIB por habitante. Ambos choques positivos han logrado incrementar el PIB
total y el PIB por habitante de tal forma que este último ha llegado a igualar por
primera vez al de Italia a finales de 2007. La aportación de los inmigrantes al
PIB anual ha sido del 33 por ciento del total, entre 2000 y 2006.
Este largo período de crecimiento elevado por encima del potencial ha
producido una ola de optimismo y euforia en el que el crédito total ha llegado a
crecer al 27%, cuatro veces más que el PIB nominal y el 25% de todo el crédito
concedido en la zona euro, cuando el PIB español era sólo el 12% de dicha
zona. Además, en 2006, el crédito a la construcción ha llegado a alcanzar un
crecimiento del 36% y se han iniciado 760.000 viviendas y concluido 955.000
transacciones inmobiliarias, más que en Estados Unidos, con 7 veces más
población que España y ha llegado a generarse un déficit por cuenta corriente
del 10% del PIB, el segundo mayor del mundo en valor tras el de EEUU.
Esta euforia ha hecho que la economía haya pasado de no necesitar
financiación exterior en 1996, ya que las operaciones netas con el resto del
mundo presentaban un superávit del 0,8% del PIB, a tener una necesidad de
financiación exterior del 9,7% del PIB en 2007 que se repartía en un 11,1% del
PIB para sociedades no financieras, un 2,7% del PIB para hogares y un
capacidad de financiación exterior del sector público de 2,2% del PIB. En
términos netos, es decir pasivos menos activos financieros totales, la brecha de
financiación de las sociedades no financieras ha llegado a un máximo del
19,8% del PIB a principios de 2008 y la de los hogares a un máximo del 9% del
PIB.
Recesión
La crisis financiera ha llegado en el peor momento posible para la
economía española. Con un peso excesivo de la construcción en el PIB y el
empleo, con una enorme burbuja inmobiliaria y un exceso de viviendas
terminadas, sin vender, con un déficit por cuenta corriente del 10% que hay que
financiar cada año y con un sector privado muy endeudado con el ahorro
extranjero que ha tenido serias dificultades para refinanciarse al cerrarse la
mayoría de los mercados. Finalmente, en estos años de euforia no se han
acometido ninguna de las reformas que más necesita la economía española,
como la de la contratación laboral, la de la negociación colectiva, la de las
pensiones o la de la educación.
Esta crisis financiera ha producido la recesión más grave desde la
guerra civil derivada de una fuerte caída de la demanda interna en la
economía, provocada por un hundimiento del consumo y de la inversión
privadas, generada por el efecto riqueza negativo fruto de las pérdidas de valor
de los activos financieros e inmobiliarios en los patrimonios empresariales y
familiares. Esta caída de la demanda privada ha sido compensada mediante un
enorme aumento de la demanda pública, tanto por dejar funcionar los
estabilizadores automáticos, como por estímulos fiscales discrecionales y
algunas ayudas al sistema crediticio para evitar una contracción del crédito.
Sin embargo, estas políticas fiscales y monetarias temporales de
sostenimiento de la demanda agregada tienen un límite y ahora deben irse
eliminando para poder mantener un marco de estabilidad fiscal y monetaria a
largo plazo y asegurar un crecimiento futuro no inflacionista. Ahora bien, hay
que acertar con el momento oportuno para hacerlo ya que, si se eliminan
demasiado pronto, puede producirse otra recesión.
La recesión ha tenido graves consecuencias tanto para el empleo que ha
duplicado la media de la UE, como para las cuentas públicas que han
producido un déficit desproporcionado. Por un lado, el desempleo ha pasado
del 8% al 20%, en dos años, volviendo una vez más, a alcanzar una tasa que
duplica la media de la UE.
Por otro, el déficit público ha pasado de un superávit de 1,9% del PIB en
2007 a un déficit del 11,4% del PIB en 2009, es decir, un deterioro record de
13,3 puntos porcentuales en dos años. Los ingresos han caído, tanto por la
recesión como por la caída de las bases imponibles, y los gastos han
aumentado, tanto los discrecionales como los derivados de los estabilizadores
automáticos por el aumento del desempleo. El desempleo actual cuesta 32.000
millones de euros al año. Así, el gasto público ha superado en 2009 el 45% del
PIB y la deuda pública ha pasado del 37% del PIB en 2007 al 55,2% del PIB en
2009 pero todavía por debajo del 78,2% del PIB de media en el Area Euro.

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