martes, 2 de noviembre de 2010

El crédito, la nueva burbuja

Ya ha desaparecido el original http://app2.expansion.com/blogs/web/blas.html?opcion=1&codPost=20853
que estaba en Expansión y solo queda una copia lo salvamos


Ahora que se habla del gurú que predijo la crisis crediticia actual, Roubini, reproduzco por su interés el artículo publicado por nuestro ex compañero y actual redactor de Financial Times, Javier Blas, en Expansión.com que anticipaba en abril de 2007 muchas de las consecuencias de la abundancia de deuda barata en el mercado.

El crédito, la nueva burbuja
12:26 21-04-2007

LONDRES

La burbuja puntcom se hinchó entre 1997 y 2001; la inmobiliaria, entre 2003 y 2006, ahora, en 2007, en los bancos centrales y los reguladores se teme que el fuerte aumento del crédito en los últimos cinco años, gracias a los bajos tipos de interés en todo el mundo, se transforme en la próxima burbuja de este mercado global. "Hay excesos en el mercado de crédito", reconoce Robert McAdie, jefe de estrategia global de crédito de Barclays Capital en Londres.

La mayor preocupación de los reguladores se centra en, por un lado, los derivados de crédito y las titutilizaciones, y, por otro, las compras apalancadas de los grupos de capital riesgo. Hoy me centraré en los primeros y dejaremos los segundos para más adelante.

"Una gran proporción de los inversores podría estar siendo demasiado complaciente", avisó el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, esta semana en un discurso ante la asamblea anual de la Asociación Internacional de Derivados e Instrumentos de Intercambio [International Swaps and Derivatives Association (ISDA)].

Un derivado de crédito es, en términos generales, un contrato bilateral privado (no cotizan en un mercado) en el que una de las partes busca cubrir el riesgo de impago de un instrumento financiero y la otra toma ese riesgo a cambio de un prima.

Los derivados permiten en general especular sobre el riesgo, por ejemplo, de suspensión de pagos de una empresa, de una cartera de hipotecas o de una cartera de préstamos concedidos por una empresa de tarjetas de crédito.

Los dos tipos de derivados más importantes son los instrumentos de intercambio de impago de crédito [credit default swaps ó CDS] y las obligaciones de deuda con garantía [collateralized debt obligations ó CDO].

Las primeras ofrecen protección contra el riesgo de impago, mientras que las segundas son carteras de derivados de crédito (por tanto, derivados de derivados) que permiten apostar sobre el riesgo de impago. Esas carteras se dividen en tramos, cada uno con un perfil de riesgo.

El mercado de derivados de crédito, que prácticamente no existía en 1997, está creciendo a un ritmo vertiginoso, gracias a unas condiciones únicas: bajos tipos de interés, altos beneficios empresariales, baja volatilidad y enorme apetito por el riesgo. En un mundo en que obtener una alta rentabilidad ha sido difícil debido a los bajos tipos de interés oficiales, los derivados de crédito han sido un objetivo predilecto de los inversores institucionales, ávidos de rentabilidad.

En 2006, el saldo vivo de los derivados de crédito alcanzó los 34,5 billones de dólares, un 102% más que en 2005. El saldo en 2003 era de menos de 5 billones y en 2000 no alcanzaba el billón. La emisión de CDO y titulizaciones de crédito, ya sea de préstamos o de hipotecas, alcanzó en 2006 los 2,5 billones, frente a menos de 0,5 billones en 2000, según datos del FMI.
Saldo vivo de los derivados de crédito, en billones de dólaresFuente: 'Informe de estabilidad financiera global', abril 2006, Fondo Monetario Internacional y Asociación Internacional de Derivados e Instrumentos de Intercambio (para las cifras de 2006) El desarrollo de este mercado y el de las titulizaciones ha tenido beneficios: el riesgo está ahora redistribuido, y ha facilitado el acceso al crédito. Los bancos ya no prestan el dinero y retienen el riesgo, sino que originan (el préstamo) y redistribuyen (el riesgo de ese crédito) mediante titulizaciones y derivados. El cambio de modelo, en si, no preocupa a los reguladores; pero sí el hecho de que algunos inversores actúen como si los derivados eliminasen el riesgo; cuando simplemente lo redistribuyen. Trichet dice que eso podría "explicar en parte el rápido crecimiento del crédito bancario". Pero, al final, alguien siempre soporta el riesgo. El problema para los reguladores es que muchas veces desconocen quién es el tenedor último del riesgo de un crédito. Y que temen que ese último eslabón podría ser débil y desconocer el peso real que soporta. Para colmo, el mercado de derivados es extraordinariamente opaco y su tecnología está, en muchos casos, poco desarrollada. Cuando la Reserva Federal comenzó a revisar su funcionamiento, hace 18 meses, se quedó horrorizada de que muchas operaciones se cerrasen por teléfono y los archivos no estuviesen informatizados. Pese a los avances, hoy todavía se tarda una media de 5,5 días en procesar un contrato de derivados de crédito. En 2006, la media era de 16,2 días. Pero aún hoy hay contratos que tardan más de 30 días en procesarse ¿Qué ocurrirá si el mercado sufre un revolcón con toda esa cola de contratos sin procesar? Nadie los sabe, pero los reguladores temen que la liquidez se seque de repente. La juventud del mercado, muchos de cuyos productos se inventarios tan recientemente como hace seis meses, complicado aún más saber qué ocurrirá en caso de que algo salga mal. El ex gobernador del Banco de España y hoy director del Departamento de mercados del FMI, Jaime Caruana, me dijo en una entrevista que no podía estar seguro de que en caso de una shock el mercado de derivados fuese a funcionar correctamente. Ni lo contrario. Pero el hecho de que uno de los supervisores más importantes reconozca que no sabe qué pasara si vienen mal dadas no es tranquilizador. El otro problema es que el desarrollo es cada vez más exótico: uno de los segmentos en mayor peligro son los derivados de titulizaciones de hipotecas, sobre todo si estas últimas son de alto riesgo [supbrime]. Imaginen el cóctel: uno toma una cartera de hipotecas de alto riesgo de un banco hipotecario y las tituliza, después, un banco de inversión empaqueta varias titulizaciones en forma de un CDS. El resultado: un ABCDS [asset-backed securites credit default swap]. Gracias a la ingeniería financiera, algunos tramos de estos ABCDS logran un excelente ráting (AAA), cuando los activos que los respaldan son hipotecas de alto riesgo (con ráting CCC). Sorpresa para los inversores ahora, cuando la burbuja hipotecaria de EEUU ha estallado: creían tener activos AAA, y se encuentran con suspensiones de pagos. También se están empaquetando ABS en forma de CDO, lo que permite un mayor apalancamiento. También están surgiendo recientemente CDO cuyo subyacente son carteras de bonos de países emergentes, al igual que bonos que cumplen con la ley islámica (Sharia). Si el vertiginoso desarrollo de estos productos es una burbuja o no sólo el tiempo lo dirá, pero por el momento los reguladores están temblando. En próximos días en este blog, la otra fuente de preocupación ahora en los mercados financieros: las compras apalancadas de los grupos de capital riesgo.

http://www.expansion.com/blogs/capitalriesgo/2008/10/30/la-mejor-prediccion-de-la-burbuja-de.html

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