Las burbujas ascienden a través del líquido a velocidades vertiginosas. Si tuviesen conciencia, y si esa conciencia fuese parecida a la nuestra que valora positivamente las alturas y negativamente todo lo bajo, deberían sentirse francamente contentas. Ensimismadas con su rápida progresión ascendente quizás no se diesen cuenta de que arriba les espera la muerte. Un muro compuesto de aire, al igual que ellas mismas, permanece al final del líquido para recordarles lo inevitable; aire eres y en aire te convertirás, o como decía Gandhi; la vida y la muerte no son estados distintos, sólo diferentes aspectos del mismo estado.
La burbuja es una metáfora de la vida breve, de lo efímero del éxito y quizás también de esa otra metáfora popular que nos dice que todo lo que sube baja, que el infinito -una metáfora más, en esta ocasión matemática- a pesar de tener su utilidad operacional, es un fenómeno desconocido para nosotros los humanos, unos seres tan limitados. La metáfora de la burbuja viene aplicándose profusamente en los últimos tiempos al ámbito simbólico de lo financiero. La burbuja financiera nos da una idea, en cuanto metáfora, de la enorme inestabilidad del actual sistema financiero mundial.
El dinero como símbolo
Empecemos por el origen. El dinero es un símbolo que sirve para intercambiar productos del trabajo humano de forma previsiblemente más eficiente que su predecesor el trueque. En la era de la globalización el dinero pasa a ser re-simbolizado; la moneda tradicional y el billete dan paso a tarjetas de crédito, libretas de ahorro, cheques, etc. que, a su vez, nos dan acceso, vía ventanilla del banco o cajero automático, a los registro informáticos que son en última instancia el dinero. Pasamos del trabajo a la mercancía, de la mercancía al papel-moneda, y del papel moneda a una sucesión de ceros y unos inscritos en un soporte magnético. Esta cadena de simbolizaciones y re-simbolizaciones no se detiene de ninguna manera aquí. Las necesidades del modelo de acumulación de capital han forzado las simbolizaciones, han creado nuevos ingenios financieros que permiten que las transferencias de dinero, es decir, la transformación de los símbolos en nuevos símbolos, se produzca a velocidades vertiginosas. Con esto, todo el proceso de simbolización se vuelve invisible a los ojos humanos, que sólo son capaces de percibir los destellos del fenómeno, los precios que retransmiten con cierta frecuencia diferentes medios de comunicación: precios de acciones, de materia primas, tipos de interés, etc. Se pierde la conciencia del proceso en sí y, lo que es más importante se pierde la conciencia de sus causas. Al agente de bolsa, al director financiero, al empresario sagaz, no les interesan las causas de la explosión financiera, están más bien interesados por adivinar aquellas señales que les permitan prever la evolución de los precios a corto plazo porque de ello depende su capacidad de obtener ganancias.
Burbuja financiera
A corto plazo las leyes de la oferta y la demanda determinan el precio de los diferentes activos cotizados en los mercados financieros. La conocida ley de la oferta y la demanda resume de forma simple el pseudos-orden que brota de las dinámicas de los mercados. Cuanto mayor es la demanda de las acciones de una empresa y menor es la oferta su precio tiende a aumentar, y al contrario, a menor demanda y mayor oferta menor precio. Sin embargo, debajo de los precios corrientes existe, según los economistas, un precio teórico, determinado por las variables fundamentales. El precio teórico, como su propio nombre indica, es teórico y por lo tanto no se puede tener más que una idea aproximada de su cuantía y representa el precio del activo en ausencia de especulación. El uso de los mercados de activos para obtener beneficios de modo directo es un viejo conocido. Los especuladores existen desde que existe el capitalismo. La actividad de estos individuos que obtienen beneficios sin participar directamente en ninguna actividad productiva influye en los precios; de modo que el precio no es el mismo que si no existiese especulación. La burbuja surge cuando un precio corriente se separa demasiado -al alza- de su precio teórico, por presiones especulativas. Se dice en ese caso que el activo se encuentra sobrevalorado. El precio puede seguir aumentando porque los especuladores pueden seguir comprando a pesar de que sepan que el valor real del activo es menor que lo que ellos han pagado, se basan en estos casos en la suposición de que el precio va a seguir subiendo durante algún tiempo de forma que su posterior venta les permita obtener algún beneficio. Como la gente sigue comprando, la oferta se mantiene, o incluso crece y, por lo tanto, el precio aumenta. A esto se le llama en ciencias sociales profecía autocumplida, la gente espera que el precio aumente y actúa como tal, provocando, de esta manera, que el precio aumente en la realidad.
Por supuesto, toda esta dinámica tiene un límite. El límite podría situarse en el sentido común, aunque a veces no lo hace. La cuestión es que llegados a determinado precio, pongamos cuarenta millones por un piso de cuarenta metros, la situación empieza a mostrarse ante los especuladores como insostenible. Empieza a correr el rumor de que hay una burbuja y de que las cosas no pueden seguir así durante mucho tiempo. Sin embargo, incluso en una situación tan evidente de burbuja, la gente puede seguir apostando por el activo en cuestión, de modo que el precio puede continuar subiendo. La clave de la reversión de esta tendencia es que alguien -o alguienes- den el pistoletazo de salida. Ciertos grupos financieros pueden, debido a su gran capacidad para poner en venta grandes volúmenes de activos marcar una tendencia -al alza o a la baja- en los precios. Como ejemplo suele citarse el caso en el que George Soros -multimillonario filántropo y tal- provocó la salida de la libra del Sistema Monetario Europeo (SME) tras emprender una maniobra de especulación contra esa moneda; en palabras llanas, se puso a vender libras y provoco una depreciación tal que el reino Unido tuvo que replantearse su política de cambio ligada al resto de los países del SME.
En fin, cuando el pistoletazo de salida se produce, y el precio disminuye tiende a aparecer el pánico. Los especuladores comienzan a vender el activo a marchas forzadas, de modo que su precio se desploma. A nivel macroeconómico esto genera una cantidad de pérdidas inmensa entre aquellos especuladores que no vendieron a tiempo. A nivel macroeconómico provoca una inestabilidad altísima y tiene efectos en toda la economía, dando lugar en la mayoría de los casos a intervenciones públicas de "salvamento" que consisten en financiar algunas deudas para que el fenómeno no se "contagie" y de lugar al colapso del sistema financiero mundial en su totalidad. A pesar de ello, el fenómeno suele ser difícil de controlar. La crisis asiática de 1998, por ejemplo, se originó en Tailandia; pero acabó afectando además de a los países de la zona y a Rusia, a países tan lejanos como Argentina o Brasil.
Estamos pues ante un sistema que es altamente inestable, y en el cual cualquier disfunción tiende a amplificarse de forma ilimitada. La cadena de simbolizaciones que se origina como consecuencia de la globalización financiera es interdependiente. El pago de una obligación -por ejemplo un préstamo- depende del cobro de otra, si a mí no me pagan no puedo pagar; de modo que una crisis parcial tiende a amplificarse, a provocar un efecto dominó que finalmente suele verse interrumpido por la actuación gubernamental de salvamento. Sin embargo, dar por hecho que las crisis financieras son siempre controlables implicaría cierto grado de ingenuidad. Las crisis financieras más importantes que han surgido desde los setenta han tenido lugar en países periféricos o semi-periféricos; por lo que sus efectos a nivel sistémico son previsiblemente menores que los que generaría una crisis en el centro. Sería interesante, por ejemplo, preguntarse sobre los efectos que tendría en la economía mundial de una depreciación repentina del dólar, una moneda que actualmente se encuentra altamente sobrevalorada.
La crisis del modelo de acumulación de posguerra y el surgimiento del actual sistema monetario y financiero mundial
Al margen de los mecanismos a través de los cuales se produce este proceso es interesante preguntarse por las causas de su surgimiento, ya que esto nos puede dar una idea aproximada de las funciones que cumple, y por lo tanto de las necesidades de cambiarlo. En este sentido, creo que el fenómeno de la globalización financiera responde a necesidades sistémicas de la acumulación de capital, y que por lo tanto las resistencias al cambio son enormes, debido precisamente a que atentarían contra las bases del actual modelote acumulación.
La expansión masiva de la esfera financiera, conocida como globalización financiera, es el resultado de una serie de acontecimientos históricos que tuvieron lugar en el último tercio de siglo pasado. El modelo de acumulación de capital instaurado después de la Segunda Guerra Mundial entra en crisis en los años setenta, dando lugar a un periodo de bajo crecimiento y alta inflación. Esta crisis, catalogada por algunos como crisis del petróleo por le aumento de los precios de esta materia prima que se produjo en esta época, esta lejos de ser una crisis coyuntural. El aumento de los precios del petróleo sólo fue un factor desencadenante, el verdadero problema era estructural; se había llegado al límite de un modelo caracterizado por la intervención del estado en la economía y el crecimiento sostenido. Los cambios a partir de esta crisis se suceden en todos lo ámbitos de la economía y de la sociedad: desregulación económica, auge de las políticas neoliberales, privatizaciones, recortes en el gasto social, etc. La esfera monetaria y la financiera tampoco serán ajenas a estos cambios; se crea un nuevo sistema monetario internacional en el que la esfera financiera, especialmente la especulativa adquiere una importancia creciente.
El sistema monetario actual surge oficialmente en la cumbre de Jamaica del 76 debido a la crisis del sistema anterior, el conocido como patrón dólar. El nuevo sistema ha sido calificado como de no sistema, debido a que se basa en la libre flotación de las monedas. Son los países los que individualmente o mediante la cooperación en materia monetaria pueden establecer diversas regulaciones sobre el tipo de cambio, aunque no tienen por qué hacerlo necesariamente. En la práctica estas regulaciones se materializan a través de los acuerdos de cooperación en materia económica o de las políticas de diversos organismos como el FMI que imponen condiciones a determinados países en materia monetaria. Pero no existe un sistema monetario internacional como tal.
La liberación de los tipos de cambio da pie a unos mayores márgenes de especulación. Se puede especular, por ejemplo, con la evolución de los tipos de cambio; pero esta no es la única implicación, ya que cualquier transacción internacional que implique intercambio de monedas depende en alguna medida de la evolución del tipo de cambio. De esta, manera, la desregulación monetaria, contribuyó a un proceso ya iniciado de expansión de los movimientos de capital a escala mundial, especialmente de los movimientos especulativos de capitales.
El crecimiento de la esfera financiera y especulativa se deriva también del hecho de que, debido a la crisis estructural del sistema capitalista iniciada en los setenta, se reduce la posibilidad de obtener ganancias mediante la inversión en actividades productivas. Esto genera un desplazamiento de las inversiones desde lo productivo a lo especulativo. A pesar de que la especulación no genera valor, permite al especulador apropiarse de una parte del valor creado en el ámbito productivo. La imagen del dinero procreando consigo mismo, la creencia de que el dinero genera dinero por sí mismo, subyacente a toda la imaginería financiera, es una metáfora estimulante para el adoctrinamiento de nuevos mini-capitalistas u obreros-capitalistas; pero es también una metáfora, o si se prefiere un engaño, que oculta la base real del proceso; esto es, que la ganancia especulativa en particular, y la ganancia en general, son actividades que no generan valor por sí mimas, sino que, más bien, se apropian del valor creado mediante el trabajo.
Tenemos pues que las necesidades de la acumulación del capital en un marco en el que el modelo de acumulación de posguerra había entrado en crisis conducen a una expansión de lo financiero y de lo especulativo; los movimientos de capitales a nivel internacional se multiplican sin tener una base material que los sustente. La obtención de la ganancia se produce en el ámbito de lo simbólico, perdiéndose cada vez más la referencia de la instancia material de la creación de valor, el trabajo humano. Como hemos visto anteriormente, esta nueva forma de fetichismo tiene también importantes consecuencias para la estabilidad sistémica del sistema capitalista, porque hace surgir una tendencia a la creación de burbujas cuya explosión da lugar a catástrofes económicas como bien ilustra el ejemplo de la crisis asiática de finales de los noventa. Por otra parte, la globalización financiara es una de las bases del actual modelo de acumulación, por lo que existen importantes resistencias a su reforma. Nos encontramos por lo tanto ante una contradicción a nivel sistémico, algo que no debería sorprender a nadie, ya que una de las principales características del sistema capitalista y, probablemente, su mayor motor de cambio, es precisamente la existencia en su seno de múltiples contradicciones y luchas que se resuelven mediante el cambio social. La cuestión es si esas contradicciones serán siempre resolubles o existirá alguna que conduzca al colapso del sistema.
La inestabilidad sistémica: un mundo de burbujas
Si hay una metáfora adecuada para definir al sistema capitalista es la de la burbuja. Cuando surge una contradicción el sistema tiende a asimilarla en su seno mediante la creación de nuevas instituciones sociales, de nuevos símbolos y de reformas parciales de la estructura. Se insufla más aire a la burbuja; pero jamás se renuncia a que la burbuja siga ascendiendo, el sistema debe seguir creciendo, porque el crecimiento -la acumulación incesante de capital- es su razón de ser. El movimiento obrero en Europa, por ejemplo, se desarticula haciendo concesiones, en parte, a los sindicatos y desplazando el centro de gravitación de la explotación de la mano de obra a países periféricos, de modo que los problemas derivados de un sistema altamente polarizante se resitúan geográficamente, se re-legitiman racialmente "no son capaces, son desorganizados"; pero, esto es lo importante, no se resuelven definitivamente. El capitalismo como sistema no resuelve sus contradicciones, las transforma, y, de esta manera, se transforma a sí mismo.
El problema es que esto genera sobre-adaptación y sobre-especialización. El capitalismo es un sistema adaptado a su propia historia. Resuelve sus contradicciones haciéndose cada vez más complejo y es, por lo tanto, cada vez más preso de sí mismo. Estudios en biología muestran que muchas especies se extinguen por sobre-adaptación. Adaptarse adecuadamente al medio es una ventaja porque permite a las especies sobrevivir de manera más efectiva; pero también es una desventaja, porque si el medio cambia, su sobre-adaptación puede volverse contra ellas, pude convertirse en una sobre-desadaptación.
El ejemplo de la dependencia humana de los hidrocarburos ilustra perfectamente esta cuestión. Nuestra civilización ha conseguido unos niveles productivos inimaginables hace un siglo, ha conseguido la capacidad -que en muchas ocasiones no se hace efectiva- de resolver cada vez más problemas; y sin embargo, todo este proceso de crecimiento y desarrollo económico y tecnológico, además de que no logra satisfacer las necesidades mínimas de la mayoría de la población medial, da lugar a un sistema sumamente frágil que depende de un recurso agotable. Si los hidrocarburos se agotan en un periodo corto de tiempo, y parece que lo harán, no existen alternativas viables para mantener el actual ritmo de producción. Podría plantearse que la solución es dejar de producir tanto, eliminar lo superfluo, pero esto no parece demasiado factible en un sistema complejísimo cuyo principio es la acumulación incesante de capital y por tanto el crecimiento infinito, en un sistema preso de una cadena de simbolizaciones que puede provocar una caída en serie, un efecto domino y un colapso total.
Vivimos rodeados de burbujas interrelacionada. burbujas energéticas, burbujas de desigualdad, burbujas financieras, burbujas productivas, burbujas climáticas... El colapso de una puede inducir el colapso en cadena de otras. El sistema financiero actual ilustra el fetichismo creciente que se produce en el seno del capitalismo mediante la cadena de simbolizaciones que nos hace perder el punto de referencia. Tiene además un efecto amplificador; cualquier problema a nivel económico puede ser amplificado por la acción de los mecanismos financieros y especulativos, unos mecanismos cuyo objetivo es, paradójicamente, cumplir la función contraria: la reducción del riesgo.
En un mundo de burbujas las mejores opciones para que el mismo mundo deje de ser una burbuja son la autoconciencia y la transformación radical. Lo primero que tiene que hacer una burbuja para salvarse de la muerte inminente que le espera más allá del líquido es ser consciente de su situación. Una vez hecho esto sólo le queda una opción: dejar de ser burbuja. Probablemente ahí empiece lo difícil.
Horacio Kalean
http://www.economiacritica.net/index.php?option=com_content&task=view&id=124&Itemid=78
Sin especulación no hay mercado
Estimado Horacio Kalean:
Permíteme que te felicite por tu articulo sobre las Burbujas, quisiera aclarar algunos conceptos:
Especular: Buscar un beneficio basado en las variaciones de los precios o de los cambios (Diccionario de la RAE).
El hecho de que haya especuladores es bueno puesto que si hay especuladores hay liquidez y si hay liquidez funciona el mercado y por ende la economía.
No es cierto que la especulación no genera riqueza, sin la especulación no puede haber inversión y de hecho buena parte de los fondos de pensiones, depende de ella.
Quizas el problema de fondo sea que tanto la especulación como la inversión y de hecho la industria financiera en general no tribute en igual medida que lo hacen el resto de industrias y aporte su parte al estado de bienestar.
Ello es debido principalmente, a que no se quiere ver la realidad, y esta no es otra que mientras una industria típica como la siderurgia , compra el acero lo transforma y lo vende, obtiene un beneficio, la industria financiera hace exactamente lo mismo, la única diferencia reside en la materia prima que en este caso es el dinero.
Ahí es donde entra la teoría propuesta por D. Ramiro Pinto, sobre un impuesto europeo a la especulación, para la financiación de la Renta Básica, que no seria otra cosa que un IVA, sobre las transacciones financieras, contribuyendo al igual que cualquier otra industria.
El problema de fondo de las burbujas es la falta de conocimiento y asesoramiento de los inversores, estos al final guiados por la avaricia caen en las trampas del mercado.
Por ello antes de invertir es aconsejable formarse adecuadamente.
El pulso que le echo Soros al Banco de Inglaterra fue por una testarudez del propio Banco al menospreciar la capacidad de inversión del financiero, el hecho es que mientras el Banco de Inglaterra debía de disponer del dinero contante y sonante el financiero podía apalancarse mediante contratos de futuros en el mercado, de ahí que su capacidad financiera fuera superior, y le permitiera enfrentarse y vencer a la institución. El hecho de conocer todos los productos para la especulación permite disponer de una ventaja competitiva. Por ultimo decir que las correciones son necesarias puesto que es lo que realmente permite la especulación.
Un saludo
Jose Miguel
www.rentabasica.blogspot.com
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1 comentario:
Gracias por el post
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