LA RECESION QUE NUNCA EXISTIO (20-12-2003) mafo
El CEPR (Center for Economic Policy Research) ha creado un comité para fechar los ciclos económicos en Europa, siguiendo el ejemplo de un comité similar establecido en el NBER (National Bureau of Economic Research) hace 25 años, cuando Martín Feldstein presidía dicha institución. El trabajo de estos comités consiste en fechar los momentos en que se producen las 'cumbres' (peaks) y 'hoyos' (troughs) de la actividad económica y puesto que la recesión es el periodo que va de las 'cumbres' a los 'hoyos', así sabemos en qué momento y durante cuánto tiempo las economías están en recesión.
El comité del CEPR ha realizado dos averiguaciones interesantes. La primera y más sorprendente es que, a diferencia de lo sucedido en EE UU, no ha habido recesión en Europa en estos últimos años. La segunda observación es que, aunque las recesiones son más severas en EE UU que en Europa, las recuperaciones son también más intensas, con lo que el crecimiento acumulado es mayor en EE UU. El crecimiento europeo es menos volátil, pero menor que el norteamericano.
El primer hallazgo es que la recesión europea de la que venimos hablando tanto estos años nunca existió. El NBER ha fechado ya la recesión en EE UU: se inició en abril de 2001 y acabó en noviembre de ese mismo año. Ocho meses de recesión en EE UU. Pero el CEPR no ha encontrado recesión en Europa en los años que llevamos del nuevo siglo. En Europa no ha habido recesión desde aquella que sufrimos a principios de los noventa. A lo más que llega el CEPR es a advertir 'una pausa en el crecimiento', pero que no puede calificarse de recesión. No ha habido 'cumbres' ni, por supuesto, 'hoyos'.
Esto es interesante de advertir especialmente en España, donde la propaganda gubernamental nos ha estado comparando las dos recesiones europeas -la de 1992/1993 y la actual- vendiéndonos el milagro de que, a diferencia de los primeros noventa, España ha estado creciendo ahora al 2%, mientras Europa estaba en recesión. Pues bien, no es cierto, como confirma el CEPR, Europa no estaba en recesión. Lo único que podemos decir es que el crecimiento español ha caído a la mitad -del 4% al 2%-, cuando en Europa ha habido una pausa en el crecimiento, lo cual, por cierto, era bastante esperable y nada milagroso. Además, el CEPR muestra cómo, mientras en los noventa hubo en Europa una caída espectacular del empleo, en estos años no se ha destruido empleo.
El CEPR ha estudiado también el comportamiento cíclico de ambas zonas en un periodo largo de tiempo, concretamente desde los años setenta. Y lo que observa es que Europa tiene un comportamiento menos cíclico -cae menos y sube menos- que EE UU, que sufre recesiones más profundas y recuperaciones más intensas, aunque durante el ciclo actual Europa se ha comportado mejor en lo que se refiere al empleo que EE UU. El CEPR no da explicaciones de este fenómeno, pero es muy probable que las rigideces de los mercados europeos y la mayor extensión del Estado de bienestar expliquen tanto el menor crecimiento como la mayor suavidad de los ciclos europeos.
El crecimiento español ha caído a la mitad -del 4% al 2%- cuando en Europa ha habido una pausa
Y, si pensamos en lo sucedido en España, es muy posible que esa -tan denostada- intensidad de la crisis española de los primeros años de la década de los noventa no haya que verla como un fenómeno tan negativo. En efecto, esa mayor caída respecto a Europa, como nuestro mayor crecimiento desde 1994, serían las dos caras de una misma moneda y se explicarían, como en el caso norteamericano, por las reformas estructurales que dejaron a la economía española en una situación de mayor flexibilidad que la europea.
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/recesion/existio/cdsopiE00/20031220cdscdiopi_1/Tes/
El pinchazo de la burbuja de la construcción --mafo
(27-09-2003)
En España se habla mucho de la 'burbuja inmobiliaria'. El último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha vuelto a recordar los problemas que puede acarrear su pinchazo, mientras que el vicepresidente Rato sigue negando que exista tal burbuja. También el presidente de la Asociación de Promotores, aunque dice que el mercado inmobiliario español es como 'el mercado de angulas en Navidad', niega que exista la burbuja.
La burbuja es una metáfora que se suele utilizar para describir los excesos que se producen en los mercados de activos.
Se dice que hay 'burbuja inmobiliaria' cuando los precios de los activos inmobiliarios han sobrepasado en mucho un nivel sostenible en el tiempo.
La burbuja transmite la idea de exceso y también la idea de no sostenibilidad, de que en algún momento ha de pincharse y dar marcha atrás frente a los niveles alcanzados.
No estoy seguro de que el problema de la burbuja inmobiliaria en España sea tan serio como en los otros países estudiados por el FMI, pero estoy absolutamente persuadido que tenemos otra burbuja más preocupante, que es la 'burbuja de la construcción'.
En este caso el exceso no se refiere al precio de los activos, sino al exceso de actividad en la construcción, que ha alcanzado niveles que no son sostenibles. El principal problema económico que tendremos que afrontar en los próximos años es el derivado de los excesos en el sector de la construcción.
Esta burbuja pinchará y caerá la actividad de este sector y el Gobierno no ha preparado al país para este cambio en la estructura de la demanda y de la oferta. Para evitar esa crisis hubiera sido necesario adoptar políticas de aumento de la competitividad exterior y de la productividad, lo que no se ha hecho, y quizá el ejemplo más evidente sea el flagrante fracaso del Ministerio de Ciencia y Tecnología que ya va por su tercer titular.
La evolución de los indicadores de la construcción lleva a pensar que la burbuja de la construcción todavía podría mantenerse inflada al menos un año y medio más, hasta 2005. El crecimiento espectacular del crédito hipotecario o la evolución de los distintos indicadores -visados, consumo de cemento, etcétera- sugieren que la burbuja de la construcción no debería pincharse antes del año 2005.
Sin embargo, el documento de alternativa presupuestaria del PSOE, presentado esta misma semana, contiene una visión más pesimista sobre la evolución de la construcción en el ejercicio 2004, que merece ser considerada.
La justificación de ese pesimismo parece sólida: es difícil pensar que la construcción de viviendas vaya a superar en el año 2004 las 625.000 viviendas construidas en 2003 y, si no se aprueban las inversiones adicionales en infraestructuras que propone el documento del PSOE, es posible que la inversión en obra civil disminuya también en 2004 en relación a 2003.
Si fuera así, el pinchazo de la burbuja de la construcción podría estar más cerca de lo que la mayoría de los analistas habrían imaginado.
Es curioso que tengamos que aprender sobre la coyuntura española a través de un partido político, pero esto es consecuencia de la política del actual Gobierno de atacar toda opinión discrepante por parte de servicios de estudios privados e incluso de haber forzado en muchos casos que se suprimieran esos servicios, con lo cual ha logrado que los españoles estemos a oscuras.
El problema es que cuando uno anda a oscuras, corre el riesgo de darse fuertes batacazos, y el pinchazo de la burbuja de la construcción podría ser el primero de ellos.
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/pinchazo/burbuja/construccion/cdsopiE00/20030927cdscdiopi_2/Tes/
MEJOR Y PEOR -----MAFO28-02-2004)
Analicemos los dos mensajes del Gobierno sobre las cuentas nacionales del 2003: 1) crecemos más que Europa; 2) esto significa que estamos en buenas condiciones para aprovechar la recuperación internacional. El primer punto es cierto. Es cierto para el conjunto del año 2003 y es cierto también en el último trimestre del 2003 aunque las diferencias con Europa se hayan acortado. El 0,7% con que España ha acabado el año 2003 se compara muy favorablemente con el 0% de Italia, el 0,2% de Alemania y el 0,4% de Francia, aunque esté por debajo del 0,9% de Inglaterra, del 1% de Estados Unidos o del 1,2% de Japón.
El problema, como siempre, surge al examinar las causas de este mayor crecimiento, ya que se ha basado en un aumento excepcional de la demanda interna y, además, se ha apoyado exclusivamente en los peores -los más insostenibles- elementos de dicha demanda interna. En consecuencia, la conclusión sobre el punto 2) es la contraria del Gobierno: crecemos más, pero vamos a estar en peores condiciones para aprovechar la recuperación internacional de los próximos años. Esta conclusión es evidente al hacer la comparación anual: la demanda interna ha pasado de crecer el 2,6% en 2002 al 3,4% en 2003. Un aumento de 0,8 puntos. Sin embargo, ese forzar la máquina sólo ha conseguido aumentar el PIB en cuatro décimas (del 2% al 2,4%) yéndose la mitad de ese impulso al exterior, cuya contribución negativa al crecimiento ha aumentado hasta el -1%. Al forzar la demanda interna hemos conseguido crecer un poco más, pero sobre todo ha servido para aumentar la cuota de mercado de los productos extranjeros en el mercado español.
Este análisis es más evidente si se observa lo que ha pasado en los últimos tres años. Ese potente crecimiento de la demanda interna -el mayor de la Unión Europea- ha conseguido que nuestro PIB aumente un 7% en tres años, pero en ese mismo período las importaciones en términos reales han crecido el doble, un 14,6%. Y lo que es peor, el crecimiento de la demanda interna en términos nominales -más de un 22% en esos tres años- ha conseguido que los precios de los bienes y servicios españoles aumentaran un 15% en solo tres años. En esos mismos tres años los precios de los productos extranjeros importados han disminuido un 4%, lo que da una idea de la espectacular pérdida de competitividad de los últimos tres años.
¿Y cuáles son las tendencias más recientes? ¿Ha cambiado algo en el último trimestre del año? No. El crecimiento se ha acelerado pero los desequilibrios se han acentuado, o sea, vamos a peor. Si, como es común en la presentación de la contabilidad nacional en EE UU, elevamos a tasa anual las variaciones trimestrales corregidas de efectos estacionales y de calendario, podemos ver que la economía española, al acabar el año 2003, está creciendo al 3%. Ese aumento se ha conseguido gracias a que la demanda interna se ha acelerado al 5%, con una contribución negativa del sector exterior que asciende a los dos puntos al acabar el año. ¿Y qué es lo que está creciendo más? El consumo privado se ha acelerado al 4%, pero crece aún más el gasto público en bienes corrientes, el mayor crecimiento de toda la Unión Europea. Las importaciones también se aceleran, creciendo al 9%. ¿Y qué es lo que crece menos?: la inversión en bienes de equipo que crece al 0,2% anual. Prácticamente cero.
¿Hasta cuándo podremos crecer apoyándonos en los desequilibrios? Ciertamente el colapso de este modelo no se producirá en corto plazo en el que incluso una bajada de tipos podría llevar a aumentar aún más la tasa de crecimiento del PIB. Solo cuando Europa se recupere y los tipos suban nos arrepentiremos de haber forzado los desequilibrios durante estos años. Porque antes la salida era la devaluación. Pero esta vez nos encontraremos en una situación sin salida
El dólar y los tipos
18-12-2003
LA economía europea anda revuelta. Tras el entierro, al menos de facto, del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) por franceses y alemanes, esta semana hemos visto al euro cotizar en sus niveles máximos frente al dólar, cerca de 1,24 dólares por euro, y al Gobierno francés pidiendo que el BCE recortara sus tipos de interés oficiales para intentar frenar esta tendencia apreciatoria de la divisa única.
Con los últimos datos todo parece apuntar a que la economía europea tocó fondo en el segundo o tercer trimestre y, aunque sin demasiadas alegrías, empezó a recuperarse el último. El crecimiento previsto para este año por los principales organismos internacionales no alcanza el 0,6%, mientras que para 2004 se eleva a casi el 2% (entre el 1,5% y el 1,9%). La inflación no parece ser un problema, con la mayoría de las previsiones para 2004 por debajo o muy cerca del 2%.
La apreciación observada del euro preocupa a las autoridades por los efectos negativos que pueda tener sobre una recuperación incipiente, puesto que es equivalente a un tensionamiento de las condiciones monetarias de la eurozona por la vía de dificultar las exportaciones al resto del mundo. En este contexto, un recorte de tipos vendría a compensar la evolución de la divisa. Este argumento es impecable desde la perspectiva económica pero, por un lado, no parece que las autoridades francesas estén en condiciones de exigir un recorte de tipos y, por otro, es discutible que dadas las condiciones actuales y las razones que hay detrás de la caída del dólar un recorte de tipos por el BCE tuviera los efectos deseados.
La política monetaria no puede ser independiente de la fiscal. La adecuada mezcla de ambas (el policy mix) es fundamental para un crecimiento sostenido. Y parece razonable afirmar que, siendo hoy la política fiscal en los mayores países de la eurozona claramente expansiva, con déficit públicos cercanos al 4% en Francia y Alemania, los tipos oficiales reales nulos que tenemos no suponen un freno a la expansión. Esta afirmación es válida incluso sin argumentos relativos al impacto que sobre la credibilidad de la política monetaria única pudiera tener que los principales impulsores de la imposición del PEC en su día como una pieza fundamental en la articulación de la UEM hayan sido los que primero lo han cuestionado.
Pero no sólo los bajos tipos parecen adecuados en un contexto de recuperación y baja inflación. Es muy dudoso que un recorte adicional del BCE con el objetivo de frenar la apreciación del euro pudiera tener éxito. Probablemente las razones del descenso del dólar tengan más que ver con los desequilibrios acumulados por la economía norteamericana en los últimos años que con un diferencial de sólo un punto porcentual en sus tipos. Con un déficit por cuenta corriente cercano este año al 5% del PIB, la economía de EE UU necesita la friolera de 2.000 millones de dólares de financiación exterior cada día hábil. Si la demanda de dólares no alcanza esta cantidad, el ajuste debe venir por un precio común a todos los activos en dólares, es decir, el tipo de cambio. Con la información disponible, cada vez son menores las aportaciones de capital del sector privado internacional, sólo compensadas por la permanente compra de dólares por los bancos centrales asiáticos (China y Japón, fundamentalmente) con la intención de no permitir una apreciación de sus divisas (de ahí que la apreciación del euro haya sido sustancialmente superior a la del yen). Según el Tesoro, las compras netas en Bolsa de EE UU en el tercer trimestre por no residentes fueron inferiores a las compras de los norteamericanos en el exterior en 51.000 millones de dólares, respecto a una cifra parecida, pero a favor de la Bolsa de EE UU, en el año 2002. Por otro lado, la inversión directa extranjera fue en el tercer trimestre 37.500 millones de dólares inferior a la inversión estadounidense en el exterior. Todos estos datos apuntan a un descenso en la demanda de dólares respecto a finales de los noventa, cuando los espectaculares resultados de la economía de EE UU permitían financiar holgadamente su déficit por cuenta corriente y además apreciaron al dólar hasta 0,83 dólares por euro.
Es difícil pensar que un recorte de cuarto o medio punto en los tipos sea la solución a aportar por el BCE
Por ello, es difícil pensar que un recorte de un cuarto o medio punto en los tipos europeos sea la solución que pueda aportar el BCE a la apreciación del dólar. Quizás habría que articular las medidas para que la apreciación del euro no sea brusca y desordenada y confiar en que la recuperación de la economía europea permitirá limitar los efectos perniciosos de la misma.
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/dolar/tipos/cdsopiE00/20031218cdscdiopi_1/Tes/
LA economía americana en 2007 30-12-2006
Las magnitudes macroeconómicas suelen tener mucha inercia. En eso se basan las favorables perspectivas sobre el comportamiento de la economía española para 2007, pese a que muchos creemos que el modelo de crecimiento es insostenible a largo plazo y que el diferencial de crecimiento con el resto de Europa tampoco se podrá mantener por mucho tiempo.
Pero, y permítanme esta perogrullada navideña, las magnitudes macroeconómicas tienen mucha inercia, excepto cuando dejan de tenerla. En ocasiones se producen quiebras en su evolución que se concretan en saltos o escalones en sus niveles o en sus tasas de crecimiento. En España hubo uno claro en el segundo trimestre de 1992, momento en el que se puede fechar el comienzo de la recesión 1992-1993. Pero para que se produzcan esas quiebras en la evolución tienen que confluir una serie de circunstancias. Normalmente, una de ellas es el desequilibrio patrimonial de los agentes económicos, que les puede llevar a reaccionar de forma abrupta a cambios en el entorno.
Lo dicho en el párrafo anterior es relevante para la economía española, pero es aún de más actualidad para la evolución a corto plazo de la economía americana. Y lo que ocurra con esa economía acabará afectando a la economía europea.
La economía de EE UU se está desacelerando de forma apreciable. Actualmente debe estar creciendo a un ritmo del 2% y no se espera que este ritmo se eleve de forma significativa en los próximos trimestres. Pero tampoco que disminuya. Al menos éste es el sentimiento mayoritario, que otorga una escasa probabilidad a que en 2007 aquella economía entre en recesión. Ni siquiera en una recesión suave como la de 2001. Y los últimos datos son coherentes con estas favorables expectativas.
Hace no muchas semanas las perspectivas eran más inciertas. El mercado inmobiliario se estaba hundiendo y tanto el volumen de transacciones como los precios estaban disminuyendo, y esto estaba produciendo una notable destrucción de empleo en la construcción. Por otra parte, el encarecimiento de los combustibles y los mayores tipos de interés estaban desacelerando el consumo, afectando a la industria, especialmente a la automovilística. El peligro era que la reducción patrimonial que estaban sufriendo las endeudadas familias americanas, por la menor valoración de sus inmuebles en un contexto de tipos de interés al alza, les llevara a reducir su tasa de consumo, con lo que la demanda interna quedaría afectada seriamente. La reducción del empleo que esto ocasionaría haría disminuir aún más la propensión a consumir (al empeorar las expectativas de las familias), con lo que se consolidaría el proceso recesivo. Si el aumento de la morosidad y la caída del valor de las viviendas afectara a los flujos de crédito los efectos podrían llegar a ser devastadores. Pero nada de esto está ocurriendo y parece ahora menos probable que lo era hace tres meses.
El escenario de aterrizaje suave y de un crecimiento moderado de la economía de EE UU es el más probable
La mejor noticia está siendo que el empleo está aguantando. La tasa de paro sólo ha aumentado una décima hasta el 4,5% y el número de empleados sigue creciendo. Y, probablemente por eso, la confianza de los consumidores, lejos de seguir disminuyendo, se está recuperando. El dato de diciembre que acabamos de conocer está cerca del máximo de los últimos cuatro años. Pero, además, los últimos datos del mercado inmobiliario indican que lo peor podía haber pasado ya (en noviembre aumentó el número de transacciones tanto de viviendas nuevas como de segunda mano). Los precios de los inmuebles siguen cayendo, pero no se está acelerando su caída, con lo que se aleja (aunque no desaparece) el peligro de que la burbuja explote. Por último, la depreciación del dólar está ayudando a que la demanda de productos manufactureros se mantenga.
No es previsible que la Reserva Federal reduzca los tipos en los próximos meses, pues la aceleración salarial y el mantenimiento de las dudas sobre los precios del petróleo no les permitirá relajar la política monetaria. Aun con eso, todo apunta a que el dólar seguirá deslizándose, lo que es una buena noticia para la industria americana y para la inflación europea, pero una mala noticia para los exportadores de nuestro continente.
Con todo, el escenario de aterrizaje suave y de un crecimiento moderado de la economía americana en 2007 es el más probable. Menos probable es que se avance en la corrección de los desequilibrios del Gobierno federal y de las familias. El primero podría hacerse fácilmente, y de paso contribuir al medio ambiente y a la menor dependencia del petróleo, si se aumentara la fiscalidad sobre los combustibles. Pero esta racional decisión, tan contraria a la cultura americana de adicción al petróleo, tendría en estos momentos efectos contractivos sobre el gasto de los consumidores que, como hemos dicho, está creciendo sobre el filo de una navaja.
Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/economia/americana/2007/cdsopiE00/20061230cdscdiopi_3/Tes/
Conductas irregulares y furor constructor
12-2006
En las últimas semanas se están intensificando las noticias acerca de comportamientos irregulares en la promoción inmobiliaria, que no son nuevos, pero que están aflorando ahora. Por otra parte, y de forma no independiente, es evidente el deterioro urbanístico y paisajístico que ha generado el furor constructor en buena parte del territorio nacional.
Más allá de la censura de este tipo de comportamientos por motivos éticos, que debería de ser más implacable de lo que ha sido hasta ahora, estos hechos tienen consecuencias muy graves sobre la evolución a largo plazo de nuestra economía. Y ello por varios motivos. Generan una asignación de recursos ineficiente a largo plazo, porque una parte importante del ahorro se destina a un capital no productivo y porque genera efectos externos sobre la disponibilidad de recursos escasos, como el agua o el medio ambiente. Pero también genera un incentivo a la dedicación a este tipo de actividades de talentos y esfuerzos que no se dedican a otras actividades creadoras de riqueza e impulsoras de la productividad y de la innovación. Por último, consolida una cultura -unos valores- en los que la cercanía al poder -local, en este caso- es mucho más rentable que la actividad empresarial.
Me contaba un ex alumno que trabaja en un conocido banco de inversiones que sus compañeros, expertos en los mercados financieros, para constituir sus patrimonios dedicaban parte de su tiempo y esfuerzo a participar en promociones inmobiliarias. Incluso en un mundo con un grado elevado de capital humano, y en el que existe la posibilidad de ingresos altos (por los regímenes de bonus imperantes) y en donde existe la posibilidad de innovar creando pequeñas empresas que ofrezcan servicios a los agentes de los mercados financieros, una parte no despreciable de sus profesionales están eligiendo la opción de la promoción inmobiliaria. No es irracional, pero sí es desolador.
Cuando aflora un problema de estas características, los Gobiernos responden proponiendo nueva legislación. Lo cual, si las nuevas normas son buenas, no está mal. Pero siempre que se tenga claro que el cambio legislativo puede ser necesario, pero casi nunca es suficiente. El problema era causado, en buena parte, porque las normas existentes no se cumplían. Las reglas del juego no sólo las establece el literal de las normas, sino también el grado en el que se cumplen y la conducta de los que las aplican.
Hay efectivamente algunos aspectos en los que convendría un cambio normativo. Una cuestión que pudiera ser controvertida, pero que me parece plenamente justificada, sería desligar los derechos económicos que surgen al propietario, debido a una decisión pública de cambiar los usos del suelo, del derecho de propiedad del suelo. La cuestión es delicada y tiene que ser bien instrumentada, pero es evidente que reduciría los incentivos a conductas irregulares y contribuiría a reducir el precio del suelo urbano. Determinar a quién afluiría la diferencia de valor al cambiar el uso del suelo y cómo se instrumentaría esa regulación son las cuestiones a debatir antes de poner en marcha este drástico cambio normativo.
Se consolida una cultura -unos valores- en los que la cercanía al poder es mucho más rentable que la actividad empresarial
Otro cambio legislativo que ya está sobre la mesa y que en mi opinión está justificado, es el de limitar la competencia de los ayuntamientos para autorizar cambios urbanísticos que supongan un aumento sustancial del parque inmobiliario del municipio. La justificación es que un crecimiento muy rápido en el número de habitantes de un municipio impone efectos externos sobre otros municipios cercanos (congestión en infraestructuras y servicios públicos, entre otros), por lo que esas decisiones deberían ser supervisadas por una instancia administrativa superior que vele por los intereses de un colectivo más amplio.
Pero incidir sobre un mayor cumplimiento de las normas y desarrollar una mayor censura efectiva de los comportamientos irregulares es asimismo crucial. La creación de unidades policiales especializadas es una acción acertada, pero los propios partidos políticos tienen un papel crucial que desempeñar. Resulta una estrategia incorrecta centrarse en la denuncia de conductas irregulares de miembros de los otros partidos. Resulta evidente que estas conductas son transversales. El rigor de un partido sobre comportamientos de sus propios miembros sí que tiene un elemento ejemplarizante, que resulta muy relevante para crear un estado de censura efectiva. En este sentido, la presunción de inocencia que tenemos todos los ciudadanos no es estrictamente extensible a las responsabilidades políticas de cargos públicos imputados en causas por conductas irregulares.
Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/Conductas/irregulares/furor/constructor/cdsopiE00/20061202cdscdiopi_3/Tes/
21-10-2006)
Los ciudadanos del reino de Inmobilandia llevan varios años disfrutando de una buena situación económica. Una parte importante de ellos se han dedicado estos últimos años a consumir todo tipo de bienes y servicios financiándose con sus crecientes rentas y con el recurso al endeudamiento. También, aprovechando unos tipos de interés real prácticamente nulos, han aumentado sus tenencias de inmuebles, adquiriendo una segunda vivienda y mejorando la primera. Algunos, incluso, una tercera y cuarta, porque un síntoma peculiar de la modernización de Inmobilandia es que se ha pasado de guardar los ahorros debajo del ladrillo a colocarlos en ladrillos.
Esa mayor demanda y algunas restricciones de oferta han generado enormes elevaciones en el precio de los inmuebles, que están imponiendo una sustancial transferencia de recursos desde los compradores a los vendedores de esos activos. El grave deterioro de la costa y de otros parajes ocasionado por la actividad constructora está imponiendo otro tipo de transferencias de recursos, ésta, en buena medida, de orden intergeneracional.
Con mucho, los ciudadanos más felices de Inmobilandia son los que han hecho verdaderas fortunas (ellos y las empresas que dirigen) utilizando ladrillos, hormigón y cemento para construir todo tipo de obras. Su actividad durante los últimos 10 años ha sido frenética. Gracias a la gran demanda de inmuebles del resto de ciudadanos (nacionales y extranjeros, porque el clima, la gastronomía y los cuidados espacios en los que se dedican a introducir una bolita en 18 agujeros son muy apreciados por los ciudadanos del mundo desarrollado) y a la intensidad de las obras públicas (en buena parte financiadas indirectamente por los contribuyentes de la república de Taxonia, a quien, increíblemente, los anteriores dirigentes de Inmobilandia les daban lecciones de rigor fiscal) estos afortunados ciudadanos del reino han tenido una actividad y unos resultados económicos extraordinarios. También ha contribuido enormemente a ello la incorporación a la fuerza de trabajo de Inmobilandia de extranjeros de otra procedencia y condición económica que los mencionados anteriormente.
Recientemente los prósperos ciudadanos del hormigón y el ladrillo han tenido una luminosa idea. Dedicar parte de los beneficios extraordinarios obtenidos a adquirir importantes paquetes de acciones de empresas del sector eléctrico. Parecen dispuestos a pagar precios que hace muy poco hubieran parecido desorbitados. Valga como ejemplo que en una de esas adquisiciones se ha valorado la empresa eléctrica en el doble de lo que el mercado la valoraba hace un año, antes de que empezara una interminable operación de toma de control (en Inmobilandia se acaban las obras, pero el resto de los asuntos tienden a eternizarse). Podría decirse que cambios en el entorno de una empresa pueden producir cambios muy relevantes en la valoración de la misma. De acuerdo. Pero la empresa eléctrica en cuestión ha tenido pocos cambios. Ninguno positivo y algunos negativos (elevación del precio de los combustibles y percepción de que las restricciones medioambientales pueden acabar por imponerle nuevos costes).
¿Deberían preocuparse el resto de los ciudadanos de Inmobilandia de que se hayan pagado tan desproporcionados precios? En condiciones normales no. Allá ellos con sus inversiones. Pero quizá las condiciones no sean normales. Las empresas eléctricas tienen una anormalidad, precisamente la que hace necesaria la regulación de su actividad: producen un producto básico (muy básico) en régimen de escasa competencia. La regulación en Inmobilandia consiste, básicamente, en la determinación por el Gobierno de las tarifas en la distribución eléctrica. La falta de competencia y los ingresos garantizados incentivan una inversión de las compañías menor de la óptima. Esta tendencia a la subinversión y el hecho de que las empresas eléctricas no pueden quebrar (pueden, pero ningún Gobierno lo permitiría) es lo que otorga a todo el proceso condiciones excepcionales.
Lo que preocupa a algunos ciudadanos de Inmobilandia, enterados pero pesimistas (Oscar Wilde diría que ambas características van a unidas), es que futuros Gobiernos, de cualquier color, autorizarán mayores subidas en las tarifas eléctricas, para compensar a los nuevos inversores del enorme esfuerzo financiero que están realizando y, sobre todo, para que no retrasen inversiones. Así se produciría una transferencia de recursos del conjunto de la ciudadanía a los accionistas de las compañías eléctricas.
Una nueva transferencia de recursos, menor para algunos que la que han sufrido al tener que dedicar una mayor proporción de su renta y de su esfuerzo a adquirir un inmueble, pero ésta vez afectaría a todos y cada uno de los ciudadanos.
Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense
http://www.cincodias.com/articulo/opinion/fabula/Inmobilandia/cdsopiE00/20061021cdscdiopi_2/Tes/
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