La música de los aduladores
El PP debería ser más prudente con el tema vasco. Tiene demasiada prisa. Se le nota demasiado que quiere que acabe mal. Cualquier cosa —ahora el último comunicado de ETA— le sirve para ejercer de agorero del fracaso. Puede que al final tenga razón, y si es así ya le llegará el momento de cobrarse la factura política. Pero mientras no haya atentados la gente mantendrá la esperanza y lo que quiere es que el primer partido de la oposición haga piña con el gobierno. Lo demás es visto como ventajismo obsceno, porque hay temas con los que no se juega.
Bush está en caída libre en las encuestas. Y todo empezó con el Katrina. A Aznar le ocurrió algo parecido con el Prestige. Hay un día, un hecho, que hace abrir los ojos. Y desde entonces todo se ve de otra manera. Donde antes se veía eficiencia, se ve ineficacia, donde autoridad, autoritarismo, donde información, mentira. Y cuando esto ocurre, generalmente, es irreversible.
Ha bastado la salida de Esquerra del gobierno catalán para que todos aquellos nacionalistas que jaleaban a Maragall como el único socialista capaz de entender el espíritu nacional de Cataluña le hayan dado de baja. Ahora ya vuelve a ser, como todo el PSC, un miembro más de la sucursal del PSOE en Cataluña. El buen político nunca debe dejarse seducir por la música de los aduladores. Casi siempre lleva veneno en las notas.
Ojo al problema del precio de la vivienda. El gobierno reformista de Zapatero tampoco sabe cómo hincarle el diente. Es un problema social, pero también generacional: los intereses de los mayores y los jóvenes no son los mismos, unos están contentos de que se valoricen sus pisos, los otros no saben cómo pagarlos. Y, sobre todo, es una pieza clave del sistema de corrupción y clientelismo de la economía del ladrillo. Es un tema que afecta seriamente a la cohesión social y a las oportunidades de los jóvenes. Y tarde o temprano acabará estallando. Y no olvidemos que el derecho a una vivienda digna figura en la Constitución.
Paz social
En medios socialistas catalanes se ve inevitable la salida de Esquerra del gobierno catalán. Aunque, como todo lo que depende de Maragall, por inevitable que parezca nunca es seguro. El escenario ideal para los socialistas catalanes sería que después del voto del Senado Maragall anunciara el final del tripartito con la salida de los conselleres de Esquerra, la convocatoria de elecciones para octubre y el compromiso de no volver a presentarse. Es la única forma, dicen, que le puede permitir tener un final glorioso dentro de lo que cabe.
Siempre que los gobiernos sientan en una mesa a los agentes sociales para firmar un acuerdo cantan triunfo. Y sus razones tienen porque es, indudablemente, un signo de que la paz social presidirá la temporada. Pero estos acuerdos tienen siempre algo de aporético: ¿de verdad se puede hacer compatible el principio de estabilidad que reclaman los sindicatos con el de flexibilidad que piden los empresarios? Desde lo alto de la pirámide social, con la vida resuelta y dinero para pagar estudios en el extranjero a los hijos, está muy bien glosar las excelencias de la sociedad sin trabajo fijo en que cada uno tendrá que reinventarse profesionalmente tres o cuatro veces. Pero explíquenlo al grueso de la sociedad, a los que tienen apuros para llegar a fin de mes.
El presidente de Irán no es como Sadam Hussein. Sabe perfectamente de la nula capacidad militar de su país, con un presupuesto para el ejército que es la mitad del de Arabia Saudí e igual que el de los mini Emiratos Árabes. El desafío nuclear sólo le interesa para ganar legitimidad en un momento en que sus promesas electorales —menos corrupción, menos pobreza, menos paro— parecen olvidadas. Los Estados Unidos entrando al trapo lo único que hacen es ayudarle. Una población, que es más bien proamericana, se rebota, como todo el mundo, cuando se siente amenazada.
La sentencia del llamado caso Bono es un despropósito tan grande que ni siquiera va a servir para el PP. Se han pasado demasiado. A partir de ahora, en función de esta jurisprudencia, cualquier ciudadano que pase un par de horas en comisaría podrá empapelar a los policías que le hayan detenido. ¿Así entiende el PP que tiene que funcionar la seguridad? Esta sentencia está condenada a morir en manos del Supremo.
Los complejos del PSC
El gran éxito del nacionalismo catalán es haber acomplejado al PSC. Los socialistas catalanes han demostrado tener ante Esquerra los mismos complejos que tenían ante CiU cuando estaban en la oposición. ¿Algún día el PSC será capaz de presentarse tal como es, aunque sea para perder? Hasta ahora, en las autonómicas ha perdido siempre, quizás el día que pierdan el miedo a que les llamen charnegos, ganen.
¿Qué pasa en Italia? Sale un presidente de 84 años y se ofrece el cargo a uno de 80, Giorgio Napolitano. Prodi sustituye a Berlusconi, los dos por encima de los setenta años. Cuando un país no renueva sus élites políticas y se encomienda a los abuelos es que vive entre la pérdida de autoestima y la sequía intelectual extrema.
Tres y cinco años de cárcel a los policías que detuvieron a manifestantes del PP sospechosos de acosar al ministro Bono. Si alguna vez es evidente lo de sentencia desproporcionada éste es el caso: basta decir que la condena es muy parecida a la que se impuso a los dos policías de a pie que participaron en el caso Marey –en caso incuestionable no ya de detención ilegal, sino directamente de secuestro—. Un dato chocante: el ponente Miguel Hidalgo Abia es ex policía.
"El Tribunal Constitucional tendrá coraje institucional para resolver sobre el Estatuto de Cataluña tras el referéndum". Lo ha dicho su presidenta, María Emilia Casas. Me ha sorprendido. Yo creía que a los jueces había que exigirles racionalidad y sentido común. Pero, ¿coraje? ¿Tenemos que entender que la señora presidenta insinúa que el Tribunal Constitucional puede ser coaccionado a la hora de tomar sus decisiones?
Esquerra no da una a derechas Es una lástima que el gesto de autoridad de Pasqual Maragall haya llegado tan tarde. Todo podía haber sido de otra manera.
Para autoridad, la de Zapatero. Evo Morales se atrevió a criticarle y Zapatero, amigablemente, le ha pedido una carta aclaratoria. O sea, que Morales ha tenido que rectificar por escrito. El presidente, realmente, manda mucho.
No, Esquerra no da una a derechas.
Ahora, el chantaje: la salida del gobierno, dice Carod, radicalizará la campaña del referéndum. O sea, que las opciones de Esquerra no son función de opciones estratégicas sino de argucias tácticas.
Los hechos son muy tozudos. Por su tenacidad, a veces, acaban emergiendo, por mucha tierra que se les haya echado encima. El nombre de Zaplana aparece en relación con los enredos de Terra Mítica. En Valencia, la relación entre política y negocio urbanístico tiene muchos recovecos. Si algún día se le pilla, Zaplana siempre podrá decir aquello de que quién avisa no es traidor. Él ya advirtió en su día de que estaba en política para forrarse.
Los obispos contra la tolerancia. Les molesta que la Unión Europa invite a educar a los niños con respeto por las opciones sexuales de los demás. Dicen que Dios creó hombre y mujer y que los homosexuales no son normales. Lo que cada vez es menos normal ciertamente es ser obispo.
Paso unas horas por San Sebastián y denoto una cierta complacencia: por una vez, el problema no son ellos sino los catalanes. Eso sí, con mucha educación: porque es muy importante para nosotros, dicen, que en Cataluña las cosas vayan bien. A decir verdad, no les ayudamos demasiado.
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